La miseria del proteccionismo
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El ataque a los colegios particulares subvencionados (con o sin copago, confesionales o no) en nombre de la inclusión esconde una pretensión no declarada por parte de sus promotores: transferir la capacidad de los padres de elegir un proyecto educativo hacia el monopolio del Estado. No es raro entonces que el foco no esté en fortalecer y mejorar la provisión de instrucción estatal de igual goce y acceso dentro de un esquema mixto.
Alfredo Joignant dice en su última columna —desde esa óptica, a modo de queja obviamente y en nombre del pluralismo, la igualdad y la inclusión— que “poco se habla acerca de los efectos perversos de una libertad de elección que tiene todas las apariencias a su favor: amor por los hijos, deseo de transmitirles un destino mejor separándolos de familias que son percibidas como flaites e ignorantes, experiencia práctica de la igualdad en la homogeneidad, satisfacción por haber logrado diferenciarse del resto”. Las élites desde sus burbujas, acusan al resto de la perversidad de elegir mientras se reservan el derecho para sí. Algunos se consideran más iguales que el resto.
Paradójicamente, ese desdén con respecto a la libertad de elegir de los padres proviene de ciertas élites que probablemente eligen escuelas privadas de alto costo para sus hijos, cuyas comunidades son mucho menos inclusivas, menos plurales y más homogéneas que la mayoría de las comunidades educativas de las escuelas particulares subvencionadas chilenas a las que se acusa de segregar. Escuelas de élite para las cuales no existe subvención ni beca alguna para quien no puede pagarlas.
Las élites igualitaristas consideran valioso el poder elegir un colegio —darles una comunidad de ideas o creencias a sus hijos—, pero no para los apoderados comunes y corrientes. Creen —desde sus burbujas— que sus criterios son caprichosos, dudosos, mezquinos, poco solidarios o poco inclusivos.
El ataque a las escuelas particulares subvencionadas es una embestida a la elección de los padres en función de lo que las élites —que se consideran más plurales, inclusivas y moralmente elevadas— valoran como importante en cuanto a la educación. El problema no es el copago —lo que se soluciona en parte enfocándose en mejorar la instrucción estatal de libre acceso y goce—, sino que los padres tengan la opción de elegir proyectos educativos particulares para sus hijos. Por eso tampoco aceptan la idea de un voucher . Las élites igualitaristas no apuntan a más pluralismo e inclusión educativa, sino a más homogeneización bajo la supremacía del Estado y su poder burocrático. No por nada, Joignant termina su reflexión diciendo: “Lo interesante, y a decir verdad fascinante, es diseñar un mundo en donde elegir es una legítima opción, pero en donde, sin mediar prohibiciones, elegir la educación de los hijos deja de ser necesario”. Las élites igualitarias lo harán por usted.
Fuente: La Segunda
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