Una sociedad no puede permitir que su salud pública se niegue a dar servicios básicos. Si el Estado se propone instalar un hospital en un lugar remoto, debe obligar a quienes quieran operarlo a entregar servicios básicos.
Si hay una lección que debemos asumir, es que la defensa y promoción de los DD.HH. no tiene que ver con proyectos políticos específicos ni con fines ideológicos o sociales específicos sino con el resguardo de los derechos individuales de las personas.
Para la izquierda chilena y latinoamericana, la defensa de los DD.HH depende de quienes ejercen el poder, el monopolio de la fuerza.
Cualquier persona que hubiese seguido estos últimos años a Mauricio Rojas sabría que nunca ha sido un negacionista y ni siquiera un apologista parcial de la dictadura.
Así como la defensa de los DDHH debe ser transversal, condenando los atropellos de regímenes de izquierda y de derecha hoy y en el pasado, la libertad de expresión para discutir sobre la forma en que se tematizan en un museo también debe serlo.
¿No estamos ante una expresión más de esa supuesta violencia estructural cuando las mujeres que se arrogan el mando contra la violencia ejercida hacia su sexo, agreden e insultan a otras por no compartir su visión y métodos?
Actualmente se tacha de neoliberal cualquier postura que ponga en duda o rechace los afanes colectivistas, estatistas e intolerantes que predominan en el debate público.
La violencia, provenga del lugar que sea, debe ser repudiada, pues el justificar el extremismo, genera inexorablemente un extremismo opositor.
¿Es razonable que un grupo esté dispuesto a hipotecarla federación estudiantil más antigua de Chile con tal de equilibrar sus cuotas de poder?
El Frente Amplio, una aumalgama de movimientos rupturistas, cuya única finalidad es destruir y refundar el orden actual.
Hay que obligar al empresario a gastar plata como uno quiere. Esas son las ideas raras que se les ocurren a las personas hoy. Y ahora le tocó a lansa.
La distancia entre las expectativas generadas y las condenas obtenidas se transforma en un problema político, pues deslegitima a la institucionalidad completa, y pone en duda la utilidad de los tribunales de justicia.
El feminismo predominante hoy en día es un proyecto intolerante y anticientífico, cuyas principales víctimas son las mismas mujeres.
En el caso chileno, el migrante parece ser la nueva justificación para acrecentar el asistencialismo gubernamental.
En Chile, el debate público, sereno y racional ha muerto. Todo lo que importa hoy en día es la pose moralista, es decir, la competencia que realizan opinólogos, políticos, periodistas y otros por incrementar su estatus moral frente al público.
Mucho se habla de cambiar las formas de hacer política, de renovarla, de hacerla más comprometida y sin embargo, a nivel subterráneo, se mantienen prácticas reñidas no solo con la probidad y transparencia sino también con la responsabilidad política en sus formas éticas.
Aquellos que firmaron la carta de apoyo a Lula da Silva menosprecian la justicia tanto como la democracia cuando no les son serviles a sus justificaciones.
Baradit, el escritor que ha hecho de la moralina una profesión en las redes sociales al ubicarse en el pedestal imaginario que éstas otorgan para juzgar todo, absolutamente todo, sin matices ni contextos.
Baradit está siendo víctima de su propia doble moral, que es la misma que reina en las redes sociales y predomina en los policías del pensamiento virtual.
La cultura no avanza por tener o no un Ministerio, o si el Estado pone o no el dinero, sino cuando la sociedad permite desarrollar ambientes propicios para la creatividad, la libertad de expresión y el desarrollo económico.
«La libertad es un derecho humano fundamental,
sin él no hay vida digna.»