Visitas glamorosas
La economista y directora de ENEL, Mariana Mazzucato, se paseó por nuestro país. Puro glamour colonialista-europeo-opresor.
Yo invitaría a cualquier lector que tenga acciones de ENEL —quizás deba ser necesario tener acciones de la matriz, no lo sé— a plantear una queja oficial a través de la Bolsa de Comercio pertinente por el apoyo explícito que hizo Mazzucato a la delirante propuesta constitucional que iba ir en perjuicio de los accionistas que ella supuestamente debe representar —y especialmente de los minoritarios—.
Ahora, vamos a sus dichos: propuso matar algo, pero no sabemos qué: el «neoliberalismo». Ella tampoco lo dice ni aclara en sus libros. ¿Qué quiere entonces matar? ¿Matar las licitaciones públicas para que empresas extranjeras como ENEL participen del mercado energético o en el de infraestructura? ¿Cerrar nuestras fronteras comerciales? El término simplemente no sirve, no se puede conversar alrededor de él. Ignacio Walker, por ejemplo, dijo una vez que el «neoliberalismo» era «capitalismo autoritario más tortura». Daniel Mansuy dijo que el aborto era una «de sus manifestaciones culturales más explícitas». Alberto Mayol y José Miguel Ahumada quizás estén escribiendo un paper donde nos explican que «neoliberalismo» causó la erupción del volcán Llaima el 2008.
A Mazzucato se le nota molesta en entrevistas o libros porque nadie reconoce el rol del Estado en la innovación, especialmente financiando universidades o en los fondos de investigación. La verdad no sé contra quién se enoja. No creo que exista gente seria que desconozca el rol del Estado financiando bienes públicos como son la investigación básica o aplicada. En Chile CORFO, la ANID —el antiguo CONICYT—, el Ministerio de Agricultura, el INIA, y varias instituciones más hacen todo eso.
«A Mazzucato se le nota molesta en entrevistas o libros porque nadie reconoce el rol del Estado en la innovación, especialmente financiando universidades o en los fondos de investigación.»
Su retórica insiste tanto en el rol e idealización del Estado que sirve para justificar la mayor intromisión del Estado en la economía de manera muy confusa, abierta incluso a crear empresas estatales. Sus argumentos en base a ejemplos casuísticos, además de cuestionables en sí, olvidan que las políticas públicas se hacen en base a promedios, no a casos puntuales.
En fin, Mazzucato no hace ni se acerca a una ciencia rigurosa, sus fuentes son meros casos o análisis escritos en Documentos de Trabajo que no se publican en revistas con revisión de pares científicos. Sus conclusiones son analíticamente iguales a las que llegaría a una persona que quiere ir a bañarse rápido en la piscina del hotel luego de ver cómo Charly García lo hizo al tirarse un piquero desde su pieza: como él le achuntó, hagámoslo todos así. Esa es la ciencia de Mazzucato. En serio.
Y tuvimos otra visita: el Premio Nobel Joseph Stiglitz. Él se muestra muy entusiasmado con el gobierno de Boric, tal como lo hacía cuando llegó Evo Morales a Bolivia, en 2006, a quien luego asesoró; o con Rafael Correa, en 2007, a quien luego también aconsejó; e incluso con Chávez en 2006, cuando dijo en uno de sus libros que finalmente se estaba logrando llevar educación y salud de calidad a los barrios de Caracas, además de no dejar de alabarlo en esa misma ciudad en 2007. Hace poco calificó de «milagro» la política sanitario-económica del Presidente argentino Fernández —y fue contestado por Andrés Velasco—, y, además, asesoró a los Kirchner durante años, a quienes apoyó y legitimó públicamente. Un gran cientista social. En su visita dijo además que Milton Friedman «no era un buen economista y que solo había escrito algunas buenas investigaciones de joven». No sabía que Stiglitz, además de haberse convertido en un charlatán, también se había convertido en humorista.
Liceos Bicentenario
Ya se ha dicho mucho sobre el corte de presupuesto para los Liceos Bicentenarios, el único piloto que había resultado en una mejoría para la educación pública. Me gustaría solo agregar dos cosas: esto demuestra, una vez más, que la educación es instrumentalizada por la izquierda, y en el fondo no les importa nada —tal como quedó demostrado también en la pandemia— y, además, que los Liceos Bicentenario son un ejemplo de que se podía mejorar la educación pública sin cambiar la Constitución y que no era esa una razón «importantísima» para cambiarla, argumento principal que una y otra vez utilizó la vocera no-oficial del Apruebo, Carolina Tohá, hoy Ministra.
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