El «wishful» thinking del Gobierno
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Publicado en Revista Individuo, 13.03.2022Hoy en día, pareciera que cada uno se siente víctima en algún aspecto de su vida. Esto no tiene nada de raro ni de negativo a priori. Los seres humanos tenemos momentos de fragilidad en donde hemos sido atacados injustamente y, por ello, todos hemos vivenciado la vulnerabilidad. Es muy importante, sobre todo para una persona en desarrollo, ser consiente de dichos momentos y ser capaz de acudir a alguien, incluso si ese alguien es un organismo o una institución. Nadie está libre de haber sido o ser una víctima: es intrínseco a nuestra realidad humana y es un logro ser capaz de reconocerse como alguien sujeto a momentos de vulnerabilidad para superarse y conseguir nuevas herramientas.
El problema está en aquellos individuos que encarnan una actitud de víctima, casi flagelante y absolutamente desvalida de cualquier herramienta o recurso todo el tiempo. Este problema se agrava cuando somos testigos de que en la actualidad la sociedad se inclina por premiar a dichos sujetos. Es importante aclarar que aquí no se está hablando de personas realmente victimizadas. Como se ha dicho anteriormente, todos hemos sido víctimas, pero no todos actuamos desde el victimismo. Aquí se habla de una actitud del individuo por mostrarse en un constante estado de victimización, en donde otros deben recompensarlo.
En este punto, es donde se hace un salto importante: el ser humano ha logrado desarrollar mecanismos relacionales, permitiéndole proyectar en otros la necesidad de ser ayudado. Las grandes teorías de apego así lo acreditan y pareciera que es un fenómeno que perdura en las relaciones interpersonales hasta la adultez. Ahora bien, estos mecanismos también dan pie a que ciertos sujetos desarrollan mecanismos de victimización con el fin de obtener algún tipo ganancias (incluso económicas) en desmedro de otras individuos.
La psicóloga social Cory Clark, en su artículo “The Evolutionary advantages of playing the victim” nos explica las personas que tienden a señalizar su victimización —ya sea real, exagerada o falsa— tienden a mentir o engañar por ganancias materiales. Así, la señalización de la victimización se asocia a variados rasgos de personalidad bastante indeseables como narcisismo, maquiavelismo, baja honestidad y humildad, entre otros.
También, la victimización se puede configurar como un rasgo de personalidad. Esta se caracterizaría por buscar el reconocimiento externo de la propia victimización, sentimientos de superioridad moral y falta de empatía por el sufrimiento ajeno (Kaufman, 2020). Señalizar el sufrimiento a otros puede ser una estrategia eficiente para obtener recursos. Así, Clark afirma que “ser víctima genera cierto poder”, puesto que permite justificar las indemnizaciones sin sentido, otorga una sensación de legitimidad para hablar ciertos temas exclusivos y puede hasta entregar impunidad moral, al permitirse minimizar los errores de las mismas “víctimas”.
De esta forma, los estudios científicos permiten iluminar bastante el panorama actual. Y pareciera que el considerar de antemano a ciertas personas o grupos como víctimas: constantes acreedoras de reparaciones, por el simple hecho de sentirse o reportarse como víctima, puede ser tremendamente perjudicial para nuestras sociedades. La humanidad implica momentos de vulnerabilidad y, por ello, siempre existirán quienes necesiten de una ayuda real e indemnizaciones justas. Sin embargo, también debemos reconocer, como elemento intrínseco a nuestra realidad humana, la desmesura y se debe reconocer que habrán quienes exigirán recompensas que no les corresponden. Por ello, se debe estar atento a aquellas nuevas ideologías que intentan trasformar a ciertas comunidades en víctimas, puesto que, muchas veces, desde la victimización no se genera una genuina compasión, ni tampoco resultados eficientes.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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