El Presidente, las multinacionales y los prejuicios
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Cuando Sir Antony Fisher, preocupado por el amenazante avance del socialismo en Europa, resolvió arrojarse a la aventura de enfrentarlo, pensó hacer lo instintivamente más razonable: lanzarse a la política. Así, avanzada la década de los 40, e impactado por el libro Camino de Servidumbre, visitó a su autor. Era Friedrich von Hayek, años más tarde reconocido con el Premio Nobel de Economía y recordado hoy como una de las mentes más brillantes del pensamiento liberal.
Fisher, caballero educado y muy inglés, elegante e inteligente, quería hablarle al profesor de su gran proyecto. Von Hayek, sin más, acabó de golpe con sus aspiraciones sugiriéndole tomar un camino muy distinto al que tenía en mente. La alternativa propuesta consistía en financiar y apoyar think tanks dedicados al pensamiento liberal clásico y a su aplicación en políticas concretas. Luego debía construir un movimiento mundial por la libertad.
Sir Antony Fisher, que por estos días estaría cumpliendo 100 años, tomó el consejo y actuó tal como el intelectual austriaco le indicó. Hoy, el legado más visible de Fisher –y del propio Von Hayek por su recomendación– se encuentra en la gigantesca Atlas Network, una red que agrupa hoy a más de 450 organizaciones en 95 países del globo. Pero esto es apenas una minúscula parte de lo que realmente ha heredado la causa que compartimos.
La lección de este relato no es, pues, únicamente la de un bondadoso filántropo que dedicó su vida, su trabajo y su riqueza a una cruzada noble. Es mucho más que eso: es la generosidad de trabajar, con ahínco y constancia, con paciencia y compromiso, por algo cuyos resultados solo pueden verse en el largo plazo, acaso luego de fracasos, incertidumbres e insospechados riesgos. Lo que Fisher –y, una vez más, su consejero, Friedrich von Hayek– mejor representa es una visión estratégica, una forma madura de defender y promover la cultura e instituciones de la sociedad libre. Es una manera de entender el impacto del buen trabajo intelectual, hecho, como en las grandes campañas, sobre mapas para marcar adecuadamente las posiciones, trazar las rutas y planificar las acciones. Y con binoculares, para mirar a lo lejos, en el horizonte de años y décadas.
Hoy, el movimiento global por la libertad tiene el mismo desafío histórico de siempre, aunque en distintas circunstancias, con diferentes actores y en un entorno tecnológico cambiante y dinámico. Todo a velocidad de vértigo. Pero los principios fundamentales se mantienen incólumes, especialmente la necesidad de fomentar y mantener esa visión global y de largo alcance de Fisher, hoy esencial en las mentes y proyectos de sus sucesores. Esa es la herencia más valiosa de este caballero inglés, la verdadera, la que hemos atesorar y honrar con nuestro trabajo.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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