Parásitos mentales
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Publicado en La Segunda, 25.10.2023Durante los 90 me devoraba la revista Cazar & Pescar. Solo ahí podía leer sobre lugares inhóspitos llenos de truchas, como Tierra del Fuego. Los reportajes traían unas fotos horribles y oscuras, con flash, ya que era la única forma de mostrar las gigantes truchas que allá, en el río Grande, pican entrando la noche. También se relataban aventuras de pesca en el Lago Yelcho y en la zona de Coyhaique, aunque con mejores fotos y con unos relatos de los glamorosos personajes que pasaban por ahí como Robert Redford, John Denver o Tom Selleck —quien hace noticia estos días por asomarse sin bigote—. Aparecían también excursiones a caballo por los valles cordilleranos del Chile central, que llevaban a unas lagunas ocultas y llenas de truchas, como la del Dial, arriba de Linares. En fin, era una aventura leerla.
«Esas truchas y salmones ya son parte de Chile. Por eso llama la atención el discurso de Maisa Rojas culpando a "las salmoneras". Es un pretexto que oculta su inquina contra todo desarrollo».
Siempre publicaban unas crónicas antiguas, en blanco y negro, con pocas o ninguna foto, firmadas por Amos Burn, seudónimo de un tal Jorge Walton. Eran originales de Las Últimas Noticias entre 1932 y 1937 (QEPD la sección cultural de LUN, muerta el pasado domingo). Hablaban de enormes pescados en ríos como el Maule, el Tinguiririca o el Cachapoal, que para mí servían nada más que para regar o sacar áridos, con una que otra trucha, bagre o pejerrey perdido. Y qué decir de las antiguas crónicas del Villarrica, el Ranco o el Toltén. Todos esos pescados habían sido introducidos a principios de 1900 por el Estado, y uno que otro privado, para incentivar la pesca deportiva. El presidente Germán Riesco había hecho trabajar en esto a Federico Albert.
Esas truchas y salmones ya son parte de Chile, y su efecto en la biodiversidad —competir y comer a Puyes, Pejerreyes chilenos y Peladillas— es imposible de remediar. Por eso llama la atención el discurso de Maisa Rojas culpando de la existencia de estas especies exóticas a «las salmoneras». Es un simple pretexto que oculta su inquina contra todo desarrollo. Basta ver su actitud contra desaladoras o el hidrógeno verde en Magallanes. ¿Por qué no expulsa también a las industrias del queso, la leche o el vino, con sus vacas, ovejas y parras? Estas industrias afectan a la biodiversidad con expansión descontrolada y contaminación, pero la solución no es extinguirlas. A la industria del salmón, como toda, que hay regularla con instrumentos que las incentiven a ser cada vez más sustentables, de manera dinámica, y no estática.
Además, Camila Vallejo en su reciente viaje a China con nuestro presidente, al mismo tiempo que alabó el «modelo chino y sus peculiaridades» —¡Vallejo es ahora pinochetista!— acordó, junto a Nicolás Grau, enviarles salmones Coho. ¿Cómo quieren «atender a los chinos» atacando como lo hacen a esta industria? Lo de siempre: no tienen principios, todo sea por controlar a las personas y llegar —y ahora mantener— el poder. Pura pose.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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