La crisis de la Iglesia Católica es una oportunidad para repensar cómo esta institución se organiza, ejerce el poder y desarrolla su misión. Una de las claves para que el catolicismo vuelva a hacer sentido es recuperar la religiosidad popular como base de la vida de fe. Esto por varias razones: primero, desplaza el protagonismo desde la jerarquía hacia los fieles, que hasta ahora han tenido un rol secundario en los asuntos eclesiales; segundo, porque permite incorporar el acervo cultural de la sociedad chilena a las prácticas de la Iglesia. Eso posibilita que la religión se impregne del día a día de las personas, junto con avanzar un adecuado equilibrio en las potestades, lo que evita la excesiva acumulación de poder y la cultura del abuso.
Lo anterior corre para varias de las instituciones que hoy aparecen cuestionadas: Carabineros, partidos políticos y, en general, todas aquellas agrupaciones intermedias entre la persona y el Estado.
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