Universidades, sueldos y prestigio
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Publicado en El Líbero, 16.03.2023Luego del sorpresivo traspié de la reforma tributaria en la Cámara de Diputados, se ha intentado instalar en la opinión pública la falsa idea de que el rechazo de la discusión general del proyecto presentado por el Gobierno es lo mismo que negarse al diálogo en materia impositiva. En esta línea, Eduardo Engel señaló que «no se votaba si se aprobaba o no la propuesta del Gobierno, sólo si debía discutirse» y César Barros hacía lo propio diciendo que no había «razón alguna para alegrarse por negarse siquiera a discutir una reforma tributaria». Recientemente, se sumó a este coro el ex Presidente Ricardo Lagos diciendo que «es inadmisible que se nieguen a debatir un tema de importancia para el país».
Quizás, el concepto “idea de legislar” sea el culpable de sugerir un estado de cosas demasiado incipiente; como si se tratara de una simple y desdibujada voluntad de realizar algún cambio legal. Solo en este caso la crítica de Engel, Barros y Lagos tendría sentido.
«Quien vota en contra de la idea de legislar un proyecto no está atentando contra la democracia ni rechaza "la idea de lo que es el Parlamento". Simplemente, está actuando dentro de los márgenes del juego democrático».
Pero no es así, un proyecto de ley supone un empeño articulado y definido de establecer una modificación de nuestro ordenamiento jurídico y si un parlamentario considera que dicha propuesta es incorrecta ya en sus ideas matrices, no tiene más remedio que votar en contra de ella.
Quien vota en contra de la idea de legislar un proyecto no está atentando contra la democracia ni rechaza «la idea de lo que es el Parlamento». Simplemente, está actuando dentro de los márgenes del juego democrático, a sabiendas de que no todo podrá ser resuelto a través de indicaciones en virtud de lo establecido por la Constitución (art. 69), la Ley Orgánica Constitucional del Congreso Nacional (arts. 24 y 25) y los reglamentos de ambas cámaras legislativas.
Ahora bien, si a alguien cabe reprochar poca apertura al diálogo y nula capacidad de establecer grandes acuerdos en materia tributaria es al propio Gobierno. Convencidos de que tenían los votos en la Cámara de Diputados, hicieron oídos sordos a quienes plantearon críticas razonables al proyecto o sugerían dividir el proyecto en dos.
A diferencia de lo que sostienen algunos, el rechazo de la reforma tributaria es una buena noticia para Chile, de similar naturaleza al triunfo del Rechazo, porque estamos celebrando la evitación de errores y no la consecución de aciertos.
Para que Chile vuelva a tener estabilidad y crecimiento es fundamental el ahorro y la inversión y esta reforma tributaria no hacía otra cosa que desincentivar el ahorro (a través del impuesto a las utilidades retenidas) y desaminar la inversión a través del impuesto al patrimonio, que recauda poco y, lo peor, espanta a los capitales, por eso ha sido eliminado en casi todos los países de la OCDE.
Aunque parezca raro, creo que el que más celebrará dentro de poco el rechazo de la reforma tributaria será el propio Mario Marcel. No olvidemos que hizo lo mismo con los buenos resultados económicos (superávit fiscal, baja del dólar, aumento de la inversión, etc.) que trajo el triunfo del Rechazo y la última ley de presupuestos del Presidente Piñera.
Algunos reprueban que Boric y los suyos se ufanen de estos números, porque son más a su pesar que por mérito propio. Considero que es todavía más censurable que no sean capaces de cambiar el rumbo si ya saben que sólo haciendo lo contrario a lo que quieren son capaces de conseguir buenas noticias económicas.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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