Problemas de semántica
El Presidente Boric gusta de las sutilezas tramposas cada vez que debe enarbolar críticas que pongan en cuestión sus propias premisas éticas. Así lo hizo durante su visita a La Araucanía cuando dijo: “ha habido actos de carácter terrorista”. Así, lo que para algunos significó una condena, en realidad le permitió evitar tener que apuntar con el dedo a quienes actúan como terroristas. Hacerlo lo pondría en abierta contradicción con su propio discurso condescendiente con organizaciones como la CAM. En el fondo, decir que hay “actos de carácter terrorista” fue como cuando algunos hablaban de excesos para no decir que la dictadura de Pinochet violó derechos humanos.
Desde la coalición gobernante se busca evitar considerar como terroristas a quienes se considera como weichafes. Esto también se ha intentado mediante una rebuscada distinción entre terrorismo y crimen organizado. La misma mañana en que el Presidente arribaba a la Macrozona Sur, el diputado del Frente Amplio Gonzalo Winter no solo negó la existencia de terrorismo, sino que dijo que el problema era eminentemente de crimen organizado. A toda costa se busca evitar tener que decir que los diversos grupos armados que operan en La Araucanía, como la CAM o Resistencia Mapuche Malleco, son efectivamente organizaciones terroristas. Organizaciones que, además, eventualmente se financian mediante actos ilícitos propios del crimen organizado.
«En el fondo, decir que hay “actos de carácter terrorista” fue como cuando algunos hablaban de excesos para no decir que la dictadura de Pinochet violó derechos humanos».
El problema es efectivamente discursivo. Llamarlos terroristas implicaría rechazar sus supuestas altas motivaciones y tener que ir de lleno contra ellos con el máximo rigor. Pero, además, significaría que la propia coalición gobernante, quienes hoy gobiernan, ha apoyado a terroristas durante años de forma irresponsable.
Algunos han considerado que las declaraciones del Presidente Boric implican una derrota para esa izquierda radical que habla de Wallmapu, territorios liberados y que tiene una mirada condescendiente con respecto a grupos armados con vindicaciones indigenistas. En sentido estricto, las declaraciones del Presidente Boric solo camuflan la mirada instrumental que el Frente Amplio y el PC tienen respecto a la violencia, sobre todo en La Araucanía.
Para el Frente Amplio, incluido el propio Presidente, quienes operan violentamente en La Araucanía siguen siendo vistos como weichafes que luchan contra un Estado opresor. El problema es que ellos, Boric, Winter o Vallejo, bajo ese discurso, representarían al propio opresor. Aunque claro, ninguno de ellos asume el real costo de eso, sino que lo hacen chilenos comunes y corrientes, víctimas invisibilizadas, que se ven expuestas a la violencia y el atropello de esos supuestos weichafes que la izquierda frente amplista vindica desde Santiago.
En ese sentido, el discurso de Wallmapu, ridículamente enarbolado por Izkia Siches durante su abortada visita como ministra del Interior a Temucuicui, sigue siendo el discurso de la coalición gobernante. Esto se evidencia en la disposición del gobierno respecto a la aplicación de las leyes, descartando el uso o mejora de leyes antiterrorista, proponiendo en cambio poner el foco en la normativa contra el crimen organizado. Pero, ¿hasta qué punto aquello no es más que la excusa del gobierno para no actuar de lleno frente a la acción de grupos violentistas en La Araucanía?
Dentro de lo que podemos considerar como crimen organizado, el terrorismo es una de sus expresiones más extremas. No solo pone en jaque la legalidad de un orden determinado, sino que pone en riesgo los elementos base de la vida civilizada de una sociedad. La distinción que pretende el gobierno, entre crimen organizado y terrorismo, es una simple excusa para no aludir como terroristas a quienes actúan como tales en una zona de Chile.
Si se analiza el carácter de los actos violentos y sistemáticos que por años afectan a regiones como La Araucanía y Biobío, es claro que la amenaza de violencia por parte de grupos organizados es indiscriminada. Civiles indefensos no saben quién será la próxima víctima, cuál será el siguiente terreno tomado y qué tipo de ataque sufrirán. Los actos, cometidos por años, claramente infunden temor en la población.
Los ataques, sistemáticos, son el chantaje mediante el cual se busca presionar las decisiones gubernamentales y la acción de las autoridades, desde alcaldes, policías, fiscales y jueces. Negar por tanto que hay terrorismo, como lo hace el diputado Winter, es un absurdo y una irresponsabilidad. Pero claro, él tiene una mirada instrumental de la violencia y concuerda con las supuestas motivaciones de quienes lideran las organizaciones armadas a las que considera como weichafes cobrando una deuda al Estado chileno y no como terroristas atacando civiles indefensos. ¿Los querrán invitar a la comisión por la Paz y el Entendimiento?
Sería problemático que el jefe del Estado de Chile renuncie a su máxima y primaria potestad legal, imponer la paz en el territorio chileno, solo para no entrar en contradicción con sus ensoñaciones discursivas cuando era punki. Las mismas que comparte con sus compañeros de coalición.
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