La desidia del Estado
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Publicado en Publimetro, 26.12.2016Me muevo poco en auto, por lo que no le doy mucha importancia a tener el famoso deportivo o la camioneta último modelo. Además, tengo otras prioridades. Tanto así, que un tiempo atrás unos compañeros de trabajo me dijeron al unísono: '¡cambia ese cacharro o ninguna mujer te va a mirar!'. Fue un '¡Cómprate un auto, Perico!' personal. Yo, algo sorprendido, les respondí: '¡Imposible! Además, este auto me sirve como filtro: si alguna mujer me va a mirar o no en función de mi auto, ¡mejor que no me mire nunca!'.
En fin, la razón última de por qué mantengo mi cacharro es simple: comprarse un auto en Chile es demasiado caro. Si me compro un auto, dejo de ahorrar parte importante de un pie para un departamento. Extraña comparación, ¿cierto? Esto ocurre porque no se puede importar autos usados desde el extranjero.
El Estado de Chile prohíbe que cualquier ciudadano pueda comprar un auto afuera, por bueno y barato que sea. Por ejemplo, en Estados Unidos una van Chrysler en buen estado y del año 2008, cuesta $1.500.000 mientras que en Chile, la misma van, pero 5 años más antigua, cuesta ¡$4.500.000! Es decir, un auto peor, más antiguo y más contaminante, cuesta tres veces más acá que allá. ¿Por qué entonces el Estado nos prohíbe traer vehículos usados? Injusto, ¿no? Sin esta regulación estatal, nos beneficiaríamos los chilenos y la ciudad con autos más baratos y de mejor calidad. Además, habría más competencia y todos los autos en Chile serían mucho más baratos.
Esta prohibición, ¿a quién beneficia? A las automotoras, debido a que los precios están artificialmente altos. ¿Y a quién perjudica? A todos los chilenos, que tenemos que comprar autos más caros. ¿Cuál sería entonces la razón del Estado para hacer esto? Al parecer, la excesiva contaminación de los autos antiguos. Sin embargo, eso tiene una fácil solución: establecer mínimos ecológicos para que los autos que lleguen no sean tan contaminantes. Una solución muy diferente a simplemente prohibir y perjudicar a todos los ciudadanos.
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Las opiniones expresadas en la presente columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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