Una revolución con más vino tinto que empanadas
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Publicado en La Segunda, 12.09.2015Sebastián Piñera, en clara crítica al gobierno de la Nueva Mayoría, dijo: "Francamente pienso que nunca tan pocos han causado tanto daño a tanta gente en tan poco tiempo". Detrás de sus críticas se denota un error de diagnóstico generalizado, que se traduce en creer que la oposición al gobierno de Bachelet es una mayoría silenciosa que apoyaría a la derecha; y que todo se soluciona simplemente llamando a "retomar el rumbo", o, peor aún, con la derecha instalada en un próximo gobierno.
Ese error de juicio obvia la tensión hegemónica en disputa. No ven que la pugna no es sobre políticas públicas, sino que es ideológica, conceptual y simbólica. No lo ven, en parte, porque están sumidos en el consenso estatista predominante, que comparten de una u otra forma izquierda y derecha. Es decir, el daño no lo han generado unos pocos, sino varios que, bajo un pragmatismo mal entendido y una pretensión de objetividad absurda, han promovido el paternalismo estatal sobre las personas en lo moral o económico. Pero, además, han dejado de lado el objetivo primordial de la lucha política: disputar los sentidos que dan coherencia a la vida social. Como decía James Buchanan: "La gente necesita desear algo con vehemencia, algo por lo cual luchar. Si el ideal liberal está ausente, habrá un vacío que será suplantado por otras ideas". Eso ha ocurrido no en 18 meses, sino durante varios años de flojera y desidia política de quienes decían promover las libertades.
Salir del consenso estatista predominante no depende de que la derecha se instale en el gobierno, sino del triunfo hegemónico del ideario liberal en todo ámbito. Por ello es necesario constituir un eje liberal sin medias tintas, con mirada de largo plazo — más allá de pretensiones electorales— que parta por defender la soberanía de las personas sobre sus propias vidas, en lo moral, económico o político. Porque hoy la tensión no es entre derechas e izquierdas, sino entre promotores del tutelaje estatal versus promotores de la máxima libertad individual. Cada uno debe decidir de qué lado está.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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