Nuestras primaveras
Muchos bautizaron como «Primavera chilena» al estallido estudiantil de 2011. A pesar de haber explotado mucho antes que la eclosión de nuestras alstroemerias y añañucas, ponerle así lo unía con la épica de las rebeliones árabes que luchaban contra dictaduras, unas luchas harto más nobles y complicadas. Era un nombre fácil, además, y útil para burócratas. Gabriela Mistral decía que criollos y mestizos habíamos perdido la «apetencia nominativa» después de la conquista. De repente se habría dejado de bautizar a ríos, pájaros y cerros. Yo la verdad no sé —que hablen los historiadores, antropológos y demases—, pero hace más de quince años recalamos en Mechuque después mucho tiempo en el mar. Habíamos navegado un par de días y noches sin parar desde Dichato y al bajarnos en esas islas chilotas se veían miles de patos diferentes posados entre los juncos. Les empecé a preguntar a los lugareños que caminaban por las pasarelas qué pato era ese: «un pato». Y qué pato era ese otro: «es un pato nomás, oiga». En su Vicuña natal, la Mistral había preguntado cómo se llamaba ese cerro que ardía rojo cuando se escondía el sol. «El Cerro de Vicuña», le decían. Ella se reía.
No sé si será la atracción que les causa el idioma, pero acá en Chile pasa al revés con los pajarólogos gringos: quedan encandilados con los nombres de nuestros pájaros. Se complican con la pronunciación, pero les gusta su sonido y que tengan nombres que parecen no tener sentido. Allá, quién sabe por qué, parece que abundan el “pájaro negro”, el “pájaro grande” o el “pájaro alto”. Acá tenemos nuestro Pájaro Amarillo, que llega a nuestro país en primavera, aunque es difícil de ver, y nuestro Pájaro Plomo, más típico, y habitante clásico de nuestra cordillera capitalina —más al sur se le encuentra más cerca del mar—. Sin embargo, aparecen nombres como Chucao, Tenca o Tapaculo, que habrá que estudiar de dónde vienen, pero significan cualquier cosa menos algo en castellano. Al parecer, Chucao significaría “ave del monte” en mapudungún.
«Este gobierno, al hacerse realidad, ha desenmascarado toda su demagogia anterior sobre militarización, vacunas y educación».
Hace sentido, pero bueno, esta primavera no he visto ningún pájaro amarillo —habrá que acercarse a la costa o visitar algún humedal— pero bastantes Fío-Fíos, que hace un rato ya se asoman y escuchan por la capital, que quedó libre de Viuditas, que emigraron al Chile austral. Esta primavera no nos ha traído la invasión de polillas urbanas de 2020, pero al menos un Desierto Florido que no aparecía desde 2017. Y, además, recibió a Chile después del plebiscito, esa «primavera chilena» de las urnas, bien burócrata, bien chilena. Este gobierno, al hacerse realidad, ha desenmascarado toda su demagogia anterior sobre militarización, vacunas y educación. Lo único malo de esta primavera burócrata es que —por suerte— no nos dejó desenmascarar lo mala que era esa delirante Constitución.
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