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No saben nada y creen saberlo todo Publicada en El Mercurio, 02.03.2024

No saben nada y creen saberlo todo

El famoso dramaturgo irlandés George Bernard Shaw, refiriéndose a un joven fatuo y arrogante, dijo: «No sabe nada y cree saberlo todo, eso claramente apunta a una carrera en política».

Nuestro problema hoy es la mala educación y en especial de nuestra clase política. Por supuesto que hay muchas excepciones, pero esas no son capaces de imponerse frente a los otros. Para mejorar la política debemos mejorar la educación y para eso Chile debe ponerse objetivos modestos, pero logrables: que todo el mundo sepa leer y escribir bien; que nadie se gradúe del colegio sin manejar las 4 operaciones matemáticas básicas, porcentajes y la regla de 3; que todas las personas sepan pedir por favor y dar las gracias. Y finalmente, lo más importante es no robar. Todo el mundo debe aprender que la democracia, el ciudadano empoderado, la prosperidad económica y la sociedad libre se construyen a partir del derecho de propiedad. Pero a las personas que se dediquen a la política les debemos exigir algo más, y eso es aprender tres leyes universales imprescindibles para administrar un país: la ley de la oferta y la demanda; la segunda ley de la termodinámica de Newton; y el óptimo de Pareto.

«Para mejorar la política debemos mejorar la educación y para eso Chile debe ponerse objetivos modestos, pero logrables: que todo el mundo sepa leer y escribir bien; que nadie se gradúe del colegio sin manejar las 4 operaciones matemáticas básicas, porcentajes y la regla de 3; que todas las personas sepan pedir por favor y dar las gracias».

La ley de la oferta y la demanda es fantástica por su simpleza, porque muestra cómo se forman los precios. Si el Viernes Santo sube el precio del pescado no es porque los pescadores sean inescrupulosos o poco piadosos. Es porque hay más demanda y la forma de asignar un recurso escaso es subiendo el precio para que se lo lleven los que quieren comer pescado con más ganas que el resto. Los precios libres son un lenguaje que transmite información sobre escasez relativa y eso permite que se asignen mejor los recursos. Nuestro drama de salud no existiría si la política no interviniera en los precios de los planes. Sería una industria menos riesgosa, más competitiva, menos litigiosa y que prestaría mejores servicios.

La segunda ley de la termodinámica (también denominada «entropía») de Newton, dice que todo sistema en equilibrio tiende al deterioro y por eso debe ser inyectado de energía permanentemente. Esta ley es obvia e intuitiva. Si usted visita la Habana verá el efecto de esta ley sobre una ciudad maravillosa. Desde el año 1960 nadie le inyecta energía (inversión) y por eso el deterioro es dramático. Lo mismo pasaría con su casa, si no la mantiene se deteriora. La energía que necesita un país para desarrollarse es educación para su gente, inversión para su economía y moderación para su política.

Finalmente está la ley de Pareto que dice que una política pública es buena cuando le mejora la situación a alguien sin empeorársela a nadie. Por ejemplo, si usted le enseña a leer a una persona le mejora su vida sin empeorársela a nadie: eso es «Pareto óptimo». Si le saca los patines a un estudiante aventajado lo perjudica a él y no beneficia a nadie: eso no es Pareto óptimo. Si los frenteamplistas hubieran aprendido esta ley no hubieran promovido su reforma educacional que perjudicó a todos sin favorecer a nadie.

La pregunta es si los proyectos tributarios, previsional y de salud satisfacen estas tres leyes. Y la respuesta es no. La reforma previsional encarece el empleo, favorece la burocracia, estatiza la previsión, permite que la política interfiera con el mercado de capitales, grava a los jóvenes en favor de los viejos y no mejorará las pensiones. La de salud, daña la privada sin mejorar la pública. Y la reforma tributaria sigue desincentivando la inversión y reemplazando inversión privada eficiente por gasto público ineficiente. En definitiva, estos proyectos salen de los mismos que crearon el Transantiago, destruyeron la educación pública y cambiaron el binominal. De los mismos que estancaron la inversión con impuestos y burocracia, homenajearon a los «primera línea», indultaron y premiaron con pensiones vitalicias a unos facinerosos mientras perseguían a carabineros y que se van de vacaciones cuando Viña se quema. Bernard Shaw debe haber estado pensando en ellos con su frase.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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