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“No hay sector con visión más de corto plazo que la derecha”

“No hay sector con visión más de corto plazo que la derecha”

Y ojo que lo dice alguien de esa corriente. Axel Kaiser, escritor y polemista, sostiene que de seguir la misma senda, el Gobierno conducirá al país a un sistema contrario a la libertad, socialista y con aspectos totalitarios.

Por: Jorge Poblete, @jpobletecapital en Twitter.
Fotos: Verónica Ortíz

"Hoy vivimos bajo una verdadera tiranía de la igualdad que nadie puede osar desafiar en sus fundamentos sin ser condenado como un inmoral, egoísta o desalmado” … “(Un) desplome en nuestros niveles de progreso a través de la orgía de reformas estatistas que el gobierno de Bachelet está llevando a cabo”…. “(Un) discurso que ha recobrado vigor ante la pasividad amébica de la derecha chilena”…

Citas como éstas son las que se pueden encontrar en el libro La tiranía de la igualdad, del abogado y doctor en Filosofía Axel Kaiser, frases que pueden hacer imaginar al autor como un profesor de mediana edad con demasiados ejemplares autografiados de las obras de Niall Ferguson en su oficina, quizás algo misántropo –como el personaje que Michel Houellebecq ha intentado construir en torno a sí mismo– y que físicamente pudiera recordar algo al articulista Hermógenes Pérez de Arce.

Por eso sorprende ver entrar a un café de Vitacura a un tipo rubio, flaco y con algo de barba, que difícilmente representa los 34 años que cumplió en julio y que, afeitado, fácilmente pasaría por estudiante de pregrado. Primera impresión de la que Kaiser está consciente y que se toma con humor: “Estoy soltero, entonces tengo un mercado más amplio. Es una ventaja con las veinteañeras, yo por lo menos lo veo así”.

Axel Kaiser Barents von Hohenhagen –nacido en Santiago, pero criado en Villarrica, en una casa donde, dice, se hablaba alemán en la cotidianidad– navega entre las columnas en los diarios, la publicación de libros –cuenta en su Twitter que La tiranía… va por la tercera edición– y también las redes sociales, donde por una parte recibe felicitaciones por sus planteamientos y, por otra, duras críticas y hasta insultos.

Un rol de polemista que parece disfrutar, y que incluye la mención de “héroes” que sólo contribuyen a avivar los apoyos y “troleos” hacia él: “Milton Friedman por su talento increíble como polemista, su agudeza mental, y Friedrich von Hayek, por la profundidad de su trabajo intelectual y por las distintas áreas que abarcó (…). También admiro el trabajo que han hecho algunas personas, como los Chicago boys, que sacaron adelante este país y que, en materia de técnica económica, son increíbles”.

Entre los calificativos que ha recibido de sus detractores está el de “abogado pinochetista que ama la desigualdad”, algo que, asegura, es incorrecto: “Reconozco que en el gobierno de Augusto Pinochet se hicieron las transformaciones económicas que permitieron que Chile saliera adelante y dejara de ser un país del tercer mundo, y también creo que el proyecto de la Unidad Popular fue la causa del golpe (...). Lo que sí resulta inaceptable y absolutamente contrario a cualquier principio ético defendible, son los crímenes que se cometieron después”.

Por mal camino

No puede entenderse el papel público que hoy tiene Kaiser, sin revisar cómo llegó a ser director ejecutivo de la Fundación para el Progreso. “Yo estaba convencido de que Chile iba por el mal camino y me frustraba mucho ver que nadie estaba haciendo nada al respecto. En 2008 dije: no vale la pena quedarse en un país que, teniendo la opción de ser desarrollado, opta por el camino fracasado de América Latina. Estando en Alemania, yo seguía escribiendo columnas para el Diario Financiero, y un día me contacta Dag von Appen. Justo estaba de paso por Chile y me junté con él. Me dijo: me interesa mucho tu punto de vista y me preguntó qué podíamos hacer. Yo le di la idea de hacer un centro de estudios independiente, que fuera liberal clásico, emulando el Cato Institute de Estados Unidos. Le pareció buena idea, compró varios ejemplares de mi libro La fatal ignorancia, los repartió y a uno de los que les llegó fue a Nicolás Ibáñez... Entre los tres partimos lo que es hoy la Fundación para el Progreso, y creo que el tiempo nos dio la razón de que es algo –un think tank de combate– que valía la pena hacer”.

-Nicolás Ibáñez, en el marco del Chile Day, dijo que “el Gobierno se ha empantanado en un camino casi totalitario”. ¿Qué le pareció esta afirmación?

-Lo que estaba diciendo Nicolás es que el camino que estamos siguiendo, si uno lo proyecta en el tiempo, y sigue con los principios que está planteando la Nueva Mayoría, conduce al final a un régimen completamente adverso a la libertad, que puede ser medio totalitario, pseudototalitario, como quieras llamarlo. Y en eso tiene razón. Si aplicas a rajatabla los principios de la retroexcavadora, de bajar de los patines a quienes andan más rápido, de incrementar el tamaño del Estado para que controle los aspectos más fundamentales de la vida de las personas: pensiones, educación, salud, etcétera, obviamente terminas en un sistema socialista. Eso a algunos les puede sonar exagerado o chocante, pero que estudien bien los fundamentos intelectuales de lo que se está haciendo hoy y que lo proyecten en el tiempo. Digamos que Chile sigue este camino 10 o 15 años más. ¿Dónde terminamos? No terminamos en un sistema democrático que respete la libertad.

-El concepto de totalitarismo ha sido analizado por autoras como Hannah Arendt para describir al nazismo y al estalinismo. ¿No le parece desproporcionado aplicarlo en el Chile de hoy?

-Tenemos un partido que está en el gobierno, el PC, que es totalitario, que apoya la dictadura cubana, que apoya a Norcorea, a menos que uno piense que Corea del Norte y Cuba son ejemplos de democracia, y que ha planteado abiertamente que Venezuela es el camino a seguir. Es un partido que tiene una influencia tremenda, reconocida por los mismos que están en el gobierno. Y también en el oficialismo hay gente como Osvaldo Andrade que simpatiza con ideologías que son totalitarias, y obviamente hay otros como Camilo Escalona que son socialdemócratas, y por eso tienen los conflictos que tienen al interior de sus bloques. Por eso Nicolás dijo el camino, no dijo que el sistema era totalitario. Y creo que en ese sentido eligió bien las palabras. No lo estoy defendiendo por defender.

-Menciona las metáforas de la retroexcavadora y de los patines, pero el Gobierno ha tomado distancia de esas imágenes: Jorge Burgos dijo que no le gustan las máquinas que andan para atrás y Nicolás Eyzaguirre hizo un mea culpa. ¿Qué tan probables son los peligros que usted ve en el denominado segundo tiempo de esta administración?

-Me pregunto en qué estaría Chile hoy si la popularidad de la presidenta siguiera en un 60% o 70%, qué habría pasado si no se le derrumba completamente el prestigio, la popularidad, la legitimidad, la economía y todo lo demás. Habrían pasado la retroexcavadora y habrían destruido este país. Si hoy están frenando las cosas, es porque se les está desarmando todo: la economía se ha ido al suelo, el respaldo en las encuestas se les ha ido al suelo, la delincuencia se ha disparado, la presidenta Bachelet no lidera absolutamente nada, está K.O. con lo que pasó con su hijo, y no les queda otra que decir que lo que hicieron lo hicieron mal. Lo que dijo Nicolás Eyzaguirre es poco.

-Más allá de los motivos, ¿no lo alivia, aunque sea un poco, el cambio de rumbo?

-No es que se esté aplicando uno a uno el modelo que plantea gente como Fernando Atria, sino ya estaríamos en otro país en este minuto, más parecido a Venezuela o algo así. En la práctica sí hay una distancia grande, gracias a Dios.

-¿Cuál es su preocupación entonces?

-Que cuando en Chile se hayan estatizado las AFP, cuando se haya vuelto a nacionalizar la minería, cuando se hayan estatizado las isapres, cuando todos los colegios sean controlados por el Ministerio de Educación, y cuando la actividad privada sea reducida a un mínimo, incluso allí va a haber gente de derecha que va a decir que todavía vivimos en un país con libertad.

-¿Por qué?

-Por lo ignorantes que son. No hay sector de la sociedad más ignorante, con una visión más a corto plazo, que lo que se entiende como la derecha.

 

La tiranía según Kaiser

-En su libro manifiesta su preocupación por que la oposición no perciba lo que define como la tiranía de la igualdad. ¿A qué se refiere con este concepto?

-A que, si quieres conseguir igualdad, necesariamente tienes que recurrir al uso de la fuerza, no dejar que las personas actúen con libertad, porque como somos todos distintos, van a surgir resultados desiguales. Va a haber desigualdad y diversidad. Y para aplastar esa diversidad tienes que recurrir al uso de la coacción estatal, una que sea sistemática y permanente en el tiempo.

Si quieres igualar a las personas en algunas cosas, no en todo, pero sí en la educación, en la salud, las pensiones y lo que se llaman derechos sociales, que es lo que plantea el libro El otro modelo (de Atria, Benavente, Couso, Joignant y Larraín), tienes que aplicar la coacción estatal sistemática sobre las personas para obligarlas a ir a esos servicios estatales.

-Y ese no es, por cierto, el rol que usted considera debe tener el Estado…

-El rol que debiera tener el Estado es garantizar derechos individuales, vida, libertad y propiedad, defensa de enemigos extranjeros, y una pequeña red de distribución o protección social para los más necesitados. El mínimo bajo el cual nadie puede caer. Un Estado muy pequeño, muy efectivo y que no se meta en la vida de las personas.

-Para explicar su modelo, ¿podría decir qué debiera ocurrir, por ejemplo, con el cobre?

-Me parece que debiera privatizarse Codelco. Absolutamente. Es una empresa asolada por la corrupción de los políticos que han flotado en torno a ella y de los sindicatos que la están arruinando, y por lo tanto, no tiene ninguna justificación que esté en manos del Estado, como tampoco Enap ni ninguna de esas empresas. Para qué el Estado debe tener empresas. Eso me parece inconcebible.

-La “chilenización” del cobre comenzó con Eduardo Frei Montalva e incluso Augusto Pinochet mantuvo a Codelco estatal.

-Pero si los militares son estatistas, siempre lo han sido. Como dice Niall Ferguson, es un milagro que los militares en Chile optaran por el libre mercado.

-¿Qué opina de servicios como el metro de Santiago?

-En general las cosas que no generan beneficios son pérdida neta. Ahora, hay gente que dice que sí se financian desde el punto de vista social, de la responsabilidad social, por la existencia del medio de transporte. Eso ya es una discusión técnica en que uno puede entrar a considerar si se justifica o no y hasta qué punto. El metro funcionaba bastante bien, pero nunca lo ha hecho peor que hoy. Casi todo lo que hace el Estado lo hace mal, porque no tiene el incentivo de hacerlo bien. Salvo el Servicio de Impuestos Internos y Tesorería que consiste en meter la mano en el bolsillo de la gente, en eso son eficientes, pero servicios de salud, la delincuencia, seguridad pública, la educación, Ferrocarriles del Estado, Enap, Codelco… ¿Dónde están los ejemplos de que hagan bien las cosas?

-Hablando de delincuencia y seguridad pública, ¿está diciendo que debieran privatizarse la policías?

-Hay un argumento bastante potente para que el Estado lo mantenga, por el monopolio de la fuerza, con que se evita que haya distintas policías compitiendo. Pero hay autores que dicen que podría privatizarse perfectamente la seguridad. Y en Chile lo está en parte. Los privados gastan más en seguridad en Chile de lo que gasta el Estado. ¿O crees que la gente que se protege en el sur no tiene servicios de seguridad pagados? En todo caso, creo que el Estado se puede hacer cargo de la seguridad y lo puede resolver.

El lago Walden

-Usted se define como liberal, que es una definición que suele escucharse en la derecha o centroderecha cuando se habla de conceptos económicos. ¿Pero qué ocurre con los temas denominados valóricos? ¿Cuál es su postura, por ejemplo, con respecto al debate sobre la marihuana?

-Soy partidario de legalizar, con prudencia, de manera bien pensada, todas las drogas. Sobre esto hay mucha literatura en Estados Unidos. Jeffrey Miron, profesor de Harvard, ha escrito mucho; Milton Friedman también; los carteles de droga y el negocio de la droga existen por la prohibición. La drogadicción no se elimina por la prohibición. Toda la corrupción de jueces y policías no ocurriría si esto fuera legal. Por supuesto, no hay una solución que resuelva todos los problemas, hay soluciones que producen más o menos costos y la legalización genera menos. El Estado podría cobrar impuestos por la droga, que se podrían utilizar para rehabilitación.

-Otro de los temas que se debate actualmente es el aborto. ¿Cuál es su definición?

-Yo soy partidario de no meter a la cárcel a mujeres que dentro de cierto período de tiempo se realizaron un aborto. No es que sea partidario del aborto... Pero la libertad de una mujer de decidir en ese punto es lo que prima, porque yo no creo que haya una persona humana inmediatamente después de la concepción.

-¿Y la pena de muerte?

-El problema está en que el Estado, que son un grupo de personas que controlan el poder, tiende a corromperse, y la pena de muerte es un poder demasiado grande como para entregárselo a quienes nos dominan y gobiernan. Soy partidario de penas duras, perpetua, para toda la vida, en casos calificados, pero no creo que sería apropiada la pena de muerte, porque soy partidario de reducir el poder del Estado y no de expandirlo y ése es un poder radical.

-Con estas posturas marca distancia de lo que plantea la mayor parte de su sector…

-Puede ser... La izquierda cree que tiene acceso a conocimientos privilegiados en términos de ingeniería social y que pueden diseñar la vida a todos, poniéndolos como si fueran peones de un tablero de ajedrez, y también hay cierto sector de la derecha que cree que tiene acceso privilegiado a algunos valores, que se supone son los que deben regir a toda la humanidad, y eso pretenden imponérselo al resto. Eso a mí me parece mal. Lo que tendrían que hacer es persuadirnos de que su visión de las cosas es la correcta manera de que nadie aborte por su voluntad, pero no recurrir al Estado para que por coacción logren imponer su visión.

-¿Esa visión tan restrictiva del Estado no lo termina sacando del modelo liberal y acercando a autores como Henry David Thoreau, que terminó viviendo por dos años en un bosque?

-No, porque Thoreau era prácticamente anarquista. Éste es el modelo de Thomas Jefferson. Es el modelo de Adam Smith y es el modelo de Milton Friedman.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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