¿Les van a seguir creyendo?
«Pajarólogos» se les llama a veces a las personas que miran pájaros, pero nadie queda muy contento. En inglés es […]
Publicado en El Pinguino, 11.02.2018"Quienes se declaran liberales en el plano político y partido, deben comenzar a definir sus posturas de manera clara y asumirlas sin vergüenzas en relación con nuestra propia historia, más allá de la buena onda ecuménica o del mal llamado liberalismo igualitario que se promueve desde un liberalismo veleta."
"Es más mal visto un académico que se declara liberal que otro que se declara marxista. Entonces, al primero se le considera un salvaje o fascista y al segundo un intelectual comprometido con la justicia."
No es raro entonces que encuentre mayores concordancias con Gabriel Boric que con Felipe Kast o Andrés Velasco. Días atrás, el futuro ministro de Educación, Gerardo Varela, declaró querer ser heredero intelectual de Andrés Bello, José Victorino Lastarria y Vicuña Mackenna. La afirmación del futuro secretario de Estado abre un flanco interesante de disputa ideológica en relación con el carácter político que debería ir adoptando el liberalismo chileno en el siglo XXI, porque pone la mirada en nuestros liberales chilenos del siglo XIX, que eran claros y radicales en sus posturas en favor de la libertad individual. Por ejemplo, Lastarria era claro en decir que la ley de la oferta y de la demanda es la base del régimen de la libertad industrial, y que era erróneo pretender hacer desaparecer la miseria y todos los abusos por medio del dictamen del Estado.
Era claro además en advertir el error de muchos de nuestros actuales liberales igualitarios, de creer que la legislación es un freno para evitar los supuestos vicios de la libertad, lo que los lleva a promover el "funesto propósito de dictar constituciones y leyes con el objeto de equilibrar, conciliar y mecanizar libertades". Esa es la herencia liberal chilena. Quienes se declaran liberales en el plano político y partido, deben comenzar a definir sus posturas de manera clara y asumirlas sin vergüenzas en relación con nuestra propia historia, más allá de la buena onda ecuménica o del mal llamado liberalismo igualitario que se promueve desde un liberalismo veleta. sin contenido ni convicción.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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