Agustín Squella, a propósito de los tímidos brotes verdes de la economía -cuyo origen pueden ser la expectativa de tiempos mejores, el cobre o ambos- emplaza a los economistas a que identifiquen de una vez si nuestros problemas económicos se deben a factores externos o internos.
No hay que ser economista para entender que cuando el precio del cobre sube a Chile le va mejor, pero por las razones equivocadas. No son las mejoras en productividad ni en políticas públicas las que producen ese bienestar, sino que la demanda mundial de cobre.
El crecimiento sustentable requiere más inversión, mejor educación y más eficiencia del sector público. Un buen precio del cobre solo esconde las malas políticas públicas. Basta ver lo que pasó con el milagro de Chávez cuando se derrumbó el petróleo.
Mi amigo Antonio es un agricultor al que le va muy bien porque se dedica a ser bueno en las variables que puede controlar, fundamentalmente la productividad de su tierra. El precio de la fruta, el clima o el tipo de cambio no dependen de él. Siendo eficiente y focalizando su esfuerzo en las variables que controla, es un agricultor que nunca llora.
Si no entendemos que los países no son muy diferentes, entonces seguiremos culpando de nuestro destino a la mala suerte. No en vano el gran abogado Alan Dershowitz (caso Von Bulow) decía que su éxito profesional se debía a su buena suerte, pero que esta le llegaba a las 4 de la mañana en la biblioteca.
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