En carta publicada el jueves, Eduardo Sabrovsky me acusa de derribar "toda la institución del derecho moderno" porque no reconozco que exista un derecho a la propiedad ajena. Para ilustrar su punto señala que sin un derecho a la propiedad de otros no habría ni policías, ni fuerzas armadas, ni poder Judicial, etc.
Lamentablemente no hace un esfuerzo por fundamentar su postura; a saber, que la propiedad privada no es privada sino social. Además recurre a un cliché según el cual yo defendería el "capitalismo salvaje" y una visión liberal reducida al "estado de naturaleza".
Sin duda existe una afinidad entre la posición, por ejemplo, de John Locke, el enarco capitalismo y la miniarquia. Pero lo cierto es que tanto Locke como el libertario Robert Nozick defendieron la existencia del Estado sin negar la propiedad privada, sino reafirmándola. Además, perfectamente se puede justificar la existencia del Estado y cierta redistribución sobre la base de su utilidad social, sin reclamar que hay un "derecho" a priori a la propiedad de otros. Así lo haría Friedrich Hayek, por ejemplo, el pensador liberal más importante del siglo XX. En ese caso se reconoce que la redistribución puede ser necesaria pero que por afectar el derecho de propiedad privada, tiene un componente de inmoralidad que debe ser contenido. Además, obliga a focalizar los recursos para que su beneficio supere el costo social que implica extraerlos. Todo eso es incompatible con la idea de derechos sociales.
Las opiniones expresadas en la presente columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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