Trump, Teletones y despilfarro
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Publicado en La Tercera, 6.09.2015La verdadera historia de la humanidad se ha jugado siempre en las ideas, sean estas racionales o espirituales. Las mejores ideas han sido siempre hijas de la libertad, no de las tiranías. Sin embargo, el actual futuro se juega en la tecnología y en particular en una nueva mente tecnológica colectiva, un paso evolutivo crucial que está en marcha. Algunos hablan de la “singularidad” (fusión de la biología y la tecnología Kurzweil), otros de la “humanidad como nuevo ente biológico” (Lipton), otros de transhumanismo. Es un gran tema para el liberalismo moderno que no está siendo indagado y debiera ser el próximo libro del autor.
La izquierda tradicional, a pesar de ser ontológicamente materialista, es notablemente experta en las ideas, como lo es también en confundirlas o mezclarlas magistralmente con las emociones y cautivar así a las masas ansiosas y desinformadas propias de países en desarrollo. Eso es el populismo. La derecha, que supuestamente tiene una metafísica idealista, curiosamente invierte muy poco en las ideas, al menos en nuestro país. Como dice Axel Kaiser en La Tiranía de la igualdad, la derecha conservadora nunca ha entendido que el problema es intelectual e ideológico y no técnico. Los desafíos reales están en la subjetividad, no en lo finito. Por eso la derecha pierde sistemáticamente la pelea de la historia de las ideas y la cultura, muy bien definida por Gramsci. Como las ideas de la izquierda son más bien creencias fundamentalistas que racionalidad coherente y consistente, estas chocan una y otra vez contra la dura realidad y en especial con la naturaleza humana esencial. Siempre han querido “crear” un hombre nuevo, pero no han resuelto cómo el hombre viejo y malo podría hacer ese milagro.
A pesar de la contundente evidencia histórica que muestra que esas ideas fracasan en la práctica, y generan resultados exactamente opuestos a los deseados, la izquierda sigue “creyendo” en ellas. Creen y aman al Estado como los religiosos creen y aman a sus dioses. Creen en la ingeniería social, que es el fundamento esencial de todo totalitarismo. Creen que la igualdad es el único criterio de equidad. El gran problema de la sociedad no es la desigualdad, sino la escasez de recursos. El desafío de la eficiencia es -por ende- permanente y siempre despreciado por la ideología de la igualdad. Sólo la libertad y el emprendimiento libre aumentan los recursos.
El libro de Kaiser debiese ser lectura obligatoria en los colegios, pero Axel mismo se opondría radicalmente a ello, por restringir la libertad. Le encuentro razón. Los buenos empresarios debieran regalar, cada uno de ellos, 1.000 copias para difundir esas ideas de libertad, la búsqueda esencial del ser humano, y el fundamento esencial del emprendimiento y la innovación. Este nuevo libro de Kaiser disputa palmo a palmo las enormes debilidades conceptuales, y las aseveraciones sin fundamento, del libro El otro modelo, que inspira ideológicamente a este gobierno. Kaiser solo contra cuatro autores les gana 6-0. El gobierno precisamente en base a ese modelo ha fracasado de manera radical y en poco tiempo. La igualdad es finalmente enemiga mortal de la libertad, ya que ello sólo es posible hacia abajo, como lo hemos visto en las reformas estructurales de esta administración.
La izquierda habla de neoliberalismo y nunca lo ha estudiado ni entendido seriamente. Ni siquiera es consciente de sus orígenes, como señala el autor. La izquierda habla de una sociedad abstracta, independiente de los individuos, y ahí parten todos los errores. La izquierda desconfía esencialmente de las personas, las manipula. Los considera inteligentes para elegir el presidente, pero no para elegir el colegio de un hijo. El mercado no es el que corrompe, es la ética debilitada la que corrompe al mercado. El mercado ha generado enorme cantidad de bienes públicos, como lo que ocurre hoy con la tecnología e internet. En fin, no es como sataniza la izquierda sino exactamente lo contrario.
Kaiser hace un análisis brillante de los derechos sociales, y demuestra cómo estos son expropiatorios del derecho de propiedad. Conceptualmente significa que algunos deben trabajar gratis para sustentar a otros, o que la riqueza no es de quien la produce sino que en parte es colectiva, pero ésta no se extrae, se crea, y ahí está la enorme diferencia.
La doctrina fundamental del liberalismo no es que todos sean iguales, sino que todos estén mejor que antes. Sin propiedad privada nunca habrá real libertad. La pobreza es tema del Estado sin duda.
Este libro es fundamental para entender el fracaso del gobierno. En esencia, no sólo no cumplirá las promesas sino que los eventuales beneficiados terminarán peor de lo que estaban. Es el síndrome Transantiago. Las buenas intenciones no bastan para gobernar. Se requieren ideas sólidas y buena gestión.
Por Sergio Melnick, Ex ministro de Estado.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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