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Frente al nuevo feminismo Publicado en Radio Agricultura, 07.03.2024

Frente al nuevo feminismo

imagen autor Autor: Antonia Russi

Ad portas de las conmemoraciones al Día de la Mujer este 8 de marzo, nunca sobran los análisis sobre la situación de la mujer en el presente y en el pasado. Evidentemente, existen quienes se muestran disconformes y rechazan cualquier idea que proponga que las mujeres vivimos en el momento de mayor igualdad en la historia de la humanidad, y para qué decir a aquellas que cuestionamos la existencia de un sistema patriarcal en la actualidad. Por esta razón, es comprensible que, para muchas mujeres, el apoyo a la causa feminista no sea una decisión obvia o sencilla. De hecho, este dilema a menudo lleva a que sean etiquetadas injustamente como «traidoras» de su propio género.

«Muchas feministas hegemónicas y posmodernas están cavando su propia tumba al definir lo femenino como una construcción social, en donde solo el hombre ha sido el mayor beneficiario de esta».

Es innegable que la posición de la mujer a lo largo de la historia ha sido infravalorada e invisibilizada en la vida pública si la estudiamos con los conceptos de libertad, poder e igualdad que concebimos hoy en día. Sin embargo, nos encontramos en un momento de la historia del feminismo bastante complejo, por no decir paradójico y conflictivo. Aquel movimiento que persiguió la igualdad política y civil entre hombres y mujeres, para convertir a esta última en ciudadana con derechos, libertades y responsabilidades individuales, hoy deriva en un movimiento de colectivización radical en su concepción de la relación entre los sexos. Esto quiere decir que ha dejado sus objetivos como un movimiento de cambio y se plantea como una postura rígida que busca imponer nuevas estructuras de la sociedad. Al extremarse, el mismo feminismo ha acabado con la idea de mujer y lo ha establecido como un mero constructo social. O como diría Simone de Beauvoir «el sexo se hace, no se nace». Esta postura dista diametralmente de los principales objetivos de los primeros movimientos feministas. Si bien, muchos autores (Poullain de La Barré, John Stuart Mill, Harriet Taylor, entre otros) hablaban en contra del determinismo físico que alimentaba los prejuicios contra las mujeres, esto es muy diferente a decir que el género femenino no existe como tal.

Frente a ello, se hace necesario volver a los objetivos más primigenios que movilizaron a las mujeres a autodefinirse, para así conseguir ser respetadas en igualdad y dignidad. En la historia del feminismo muchos autores se remontan a la Edad Media para encontrar a su principal precursora. Christine de Pizan, filósofa y literata medieval es conocida por su obra, terminada en 1405, La Ciudad de las Damas. En este escrito la autora intenta defender la imagen de la mujer, tras leer a grandes filósofos y poetas quienes adjudicaban todos los vicios humanos al carácter femenino. Sumida en la confusión que le generaba semejante injusticia, Christine escribe su obra basándose en la concepción de justicia de Santo Tomás de Aquino desplegada en la Suma Teológica (Barrios & Guazzaroni, 2011). En ella, la autora crea un diálogo con las tres damas que aparecen para consolarla, personificando respectivamente a la Razón, la Derechura (rectitud) y la Justicia. Estas tres damas le encomendarán la construcción de una ciudad para las mujeres, en referencia a que sería Christine la encargada de construir un mundo más justo para ellas.

Lo más sorprendente es que en su trabajo la autora ejemplifica con variadas hazañas de mujeres admirables de la historia y las define como heroicas, resueltas y llenas de valor. En su retórica la autora intenta argumentar la dignidad y relevancia de la mujer en la historia, vanagloriando sus elementos propios en cuanto la hacen mujer. De alguna manera, De Pizan eleva lo femenino en dignidad y orgullo. No por esto la autora limita a las mujeres en roles rígidos o determinados a ciertas tareas, sino que demuestra la relevancia de lo femenino en la sociedad. Así, la dama Razón le advierte que «el más grande es aquel o aquella que más méritos tiene. La superioridad o inferioridad de la gente no reside en su cuerpo, atendiendo a su sexo, sino en la perfección de sus hábitos y cualidades  (…)». En esta frase la autora sitúa la importancia de la dignidad humana en cuanto a los méritos, los cuales no deberían estar oscurecidos por otras características discriminatorias. En ello, la autora intenta decir que las mujeres pueden hacer lo mismo que un hombre, sin embargo, estas debían construir su propia ciudad, en cierto sentido abrir espacios para las mujeres. En esta noción esta implícita la idea de las diferencias entre los sexos y el poder que radica en semejante diversidad.

Es por esto, que si comparamos ambos feminismos vemos un cambio radical. En la actualidad, la concepción actual sobre la mujer, motivada principalmente por de Beauvoir, se dirige hacia el desconocimiento de la realidad biológica, psíquica y funcional de la mujer. Esto, a su vez, ha desencadenado múltiples políticas públicas que se desentienden de la realidad femenina, terminando por perjudicar a las mismas mujeres.

Para Christine y muchas otras mujeres que se rebelaron a las ideas discriminatorias y de verdadera sumisión, el ser mujer jamás fue un impedimento. A diferencia de lo que se defiende en la actualidad, las mujeres tenemos una realidad propia, que por mucho que se niegue no terminará de existir. Muchas feministas hegemónicas y posmodernas están cavando su propia tumba al definir lo femenino como una construcción social, en donde solo el hombre ha sido el mayor beneficiario de esta. El feminismo posmoderno ha motivado la indefinición de la mujer, imponiéndole todo tipo de nuevas exigencias y deberes. Este ha pasado de ser un movimiento lineal histórico a un colectivo cerrado y categorial, que excluye y divide la realidad en aquellas que se someten a sus preceptos frente a aquellas críticas o disidentes que se resisten a cualquier identidad impuesta. Así, el feminismo actual avanza en una paradoja muy compleja proyectándose en un relato de liberación e igualdad, pero con objetivos que solo se dirigen a la colectivización del poder.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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