Fernando Claro: «Harto mal que la primera reacción de Jackson haya sido optar por una de las teorías conspirativas»
El economista y director ejecutivo de la Fundación para el Progreso aborda el viaje del Presidente Boric por Europa, y sus varias intervenciones que hablaron de «política interna», como aquella en que «celebró» los 30 años, «otro enredo que nos deja sin entender quién es». Además, reflexiona sobre DESpropósito, el libro de Juan Ignacio Eyzaguirre.
Yo creo que nunca vamos a olvidar cómo terminó esta semana: el robo en el Ministerio de Desarrollo Social, sus memes y audios. Sea lo que sea que haya pasado, la inoperancia en seguridad es grave. Queda, eso sí, una posibilidad para que esto se convierta en noticia mundial: que sea una performance artística. Sería un buen llamado de atención.
Yo siempre he pensado que en Chile es demasiado fácil cometer delitos, y delitos graves. Que no hayan ocurrido tantos —a pesar de su aumento los últimos años— me hacía pensar de lo civilizados y del alto nivel de autocontrol de los chilenos por las calles. Harto mal, en todo caso, que la primera reacción de Jackson haya sido optar por una de las teorías conspirativas —poco sobrio, como todo frenteamplista—. Mal también los que se fueron contra él asumiendo lo contrario, pero bueno, él partió.
«Yo creo que nunca vamos a olvidar cómo terminó esta semana: el robo en el Ministerio de Desarrollo Social, sus memes y audios. Sea lo que sea que haya pasado, la inoperancia en seguridad es grave».
Lo anterior nubló el viaje de Boric por Europa. Allá, Boric andaba haciendo política interna, con la excepción de su crítica a la guerra en Ucrania —aunque volvió a mostrar su selectividad en DD.HH. ignorando, sin querer, el caso cubano—. Hizo un destartalado live arriba de un tren para reflexionar sobre trenes chilenos. Dijo además que «el sector privado tiene una capacidad de innovación que supera al Estado», lo que nos liberará, ojalá, de pagar millonarias consultorías a Mariana Mazzucato —perdón por volver a hablar de ella en esta tribuna—.
Celebró, también, los famosos treinta años, otro enredo que nos deja sin entender quién es porque no ha dicho nada acerca de qué pensaba antes —y qué lo hizo comportarse como un adolescente que no sabía de historia de Chile—, y qué reflexión hizo ahora, de qué se dio cuenta o quién le sopló qué. Y no paró con los cincuenta años. En el fondo, está encandilado con la estética del drama de los 70 y parece estar sumido en un vacío existencial al no tener luchas épicas que abrazar.
En vez de proponer llegar a un acuerdo sobre esa época maldita, propuso él un acuerdo y llamó a firmar. ¿Por qué no firman? dice, si solo se referiría a que «los problemas de la democracia se solucionan con más democracia», pero se olvida que, hace unos meses, ante los problemas de nuestra democracia, quienes no respetaron la democracia fueron él y sus aliados, desde el 19 de octubre en adelante.
Él, entonces, no está de acuerdo con su acuerdo. Quieren imponer un olvido, dijo en Francia. ¿Quién quiere imponer eso sino el PC, que trata de negacionista a Patricio Fernández, en una de las acusaciones y acciones políticas más ridículas de los últimos años, basada simplemente en una mentira? El mundo al revés.
Nuevo libro: DESpropósito
Se publicó un libro sobre un tema oculto pero candente: el mundo de las certificadoras de la bondad empresarial y los conflictos internos que genera en el management empresarial. En su lanzamiento, en las glamorosas y curvilíneas oficinas de la UAI en Vitacura, se aglomeraron empresarios, consultores de la bondad, ejecutivos, abogados, familia y amigos del autor, Juan Ignacio Eyzaguirre.
Récord de asistencia, dijo el anfitrión, el decano y exministro Juan Carlos Jobet. El libro es interesante y nos deja imbuidos en la problemática a través de buenas reflexiones, casos alrededor del mundo —se echaron de menos casos chilenos— y un diagnóstico interesante que creo vale la pena resaltar acá. El resto se lo dejo a los lectores.
Eyzaguirre especula el por qué las personas, o la sociedad, le pide a las empresas que se preocupen de cosas para las que no están llamadas: la sociedad vive una especie de vacío existencial. El mismo motor, creo yo, que ha llevado a miles de chilenos a politizar su vida y radicalizar sus discursos. Da para largo.
El libro está construido desde una mirada crítica, pero no fundamentalista, de la industria de la bondad, lo que refresca. Destacable es, además, que venga desde adentro, desde un ejecutivo en la mitad de su carrera, quienes por lo general caen en la tentación de «parecer buenos» y buscar esas certificaciones de bondad. Acá en Chile ya hemos sido sorprendidos por jesuitas y frenteamplistas, quienes llevaban la certificación de bondad en sus guitarras, barbas y tatuajes. Con las empresas, y ejecutivos, pasa lo mismo. Al final, como siempre, somos todos humanos.
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