Es la narrativa
¿Por qué el país más exitoso de América Latina ha sufrido violentas y destructivas manifestaciones? “El problema no es la desigualdad”, dice Axel Kaiser en la reunión anual de la Álamos Alliance del 14-15 de febrero. “El problema es la narrativa”.
Después del colapso económico del gobierno de Salvador Allende de 1970 a 1973, y de una crisis financiera en 1982, la economía de Chile se convirtió en el gran ejemplo para Latinoamérica. Registró altas tasas de crecimiento con baja inflación durante decenios, sin importar los precios de las materias primas. La pobreza cayó de 68% en 1990 a 8.6% en 2017, y la pobreza extrema a 2.3% de la población. Según el PNUD de las Naciones Unidas, “Chile es un país que exhibe un desarrollo humano calificado como ‘muy alto’, el mayor de Latinoamérica”.
Según el PNUD de las Naciones Unidas, “Chile es un país que exhibe un desarrollo humano calificado como ‘muy alto’, el mayor de Latinoamérica”.
A muchos sorprendieron, por eso, las violentas manifestaciones que empezaron el año pasado después de un fallido intento por subir la tarifa del metro de Santiaqo en 3 por ciento. La orgía de violencia dejó 22 muertos, 2 mil 200 heridos, estaciones del Metro destruidas, supermercados saqueados e innumerables actos de vandalismo.
La razón es la desigualdad, dijeron automáticamente políticos e intelectuales, argumentando que esta ha aumentado pese al crecimiento económico y la disminución de la pobreza. Pero es falso. La desigualdad ha disminuido. El índice de Gini bajó de 0.572 en 1990, a 0.466 en 2015. Chile es hoy el país con mayor movilidad social de la OCDE. Para un chileno de una familia del 25% más pobre de la población es más fácil llegar al 25% más rico que para un estadunidense, un alemán, un sueco o un danés.
Según Kaiser, sin embargo, “la narrativa” de políticos, académicos e intelectuales se ha empeñado en sostener que “el gran problema nacional es la desigualdad”. Quizá esta posición sea entendible en políticos de izquierda, como la expresidenta Michelle Bachelet, pero la han asumido también el presidente derechista Sebastián Piñera y muchos más. Joaquín Lavín, populista de derecha que aspira a la Presidencia, ha declarado que Chile sufre un muro de Berlín de desigualdad.
Según Axel Kaiser, sin embargo, “la narrativa” de políticos, académicos e intelectuales se ha empeñado en sostener que “el gran problema nacional es la desigualdad”.
Curiosamente, Bachelet introdujo medidas en su segundo mandato (2014-2018), como aumentos de impuestos y de programas sociales, que han desacelerado el crecimiento y han hecho más difícil combatir la pobreza y la desigualdad. Pero los líderes de la rebelión, lejos de entender las consecuencias negativas de esta desaceleración, han promovido el rechazo a las políticas que crearon el milagro chileno.
Las protestas han tenido un fuerte respaldo popular en una población que ya no recuerda las privaciones del gobierno de Allende. Los manifestantes han exigido un cambio en la “constitución de Pinochet”, quizá porque no recuerdan que en 2005 la enmendó y ratificó el socialista Ricardo Lagos. Las encuestas, sin embargo, señalan que la gente no sabe en realidad qué contiene la Constitución. Piensan que una nueva Carta Magna resolverá los problemas sin saber lo que quieren introducirle.
Lo sucedido en Chile demuestra la importancia no solo de aplicar políticas exitosas sino de compartirlas convincentemente. La generación de políticos que construyó el modelo chileno no supo explicar sus virtudes.
Lo sucedido en Chile demuestra la importancia no solo de aplicar políticas exitosas sino de compartirlas convincentemente. La generación de políticos que construyó el modelo chileno no supo explicar sus virtudes. En consecuencia, Chile corre el riesgo de seguir el camino de Argentina, que tras haber sido uno de los países más ricos del mundo se ha convertido en uno más entre los latinoamericanos, o el de Venezuela, que fue el país más rico de la región para ser hoy uno de los más pobres.
JUECES O LEYES AMLO dice que combatirá la "corrupción" de los jueces que liberan a acusados que él piensa deben ser condenados. Quizá sea mejor estudiar por qué las leyes obligan a los jueces a liberar a acusados que aparentemente son culpables.
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