Monsalve, espejo de un gobierno
Así como hay dichos que definen gobiernos o eventos, como Maradona penalizado, declarando «me cortaron las piernas» o Nicolás Eyzaguirre […]
Por: Yasmín Zaror
El populismo es un fenómeno dinámico que se adapta a diferentes circunstancias y contextos, características que sin duda dificultan su definición e identificación. Es así que carece de «la tradición de compromiso ideológico o militante en la medida en que sólo se desarrolla de forma episódica o cíclica».[1]
De tal forma, Hermet y otros autores como Papadopoulos y Kobi consideran que no es posible referirse a «populismo» como un concepto, sino más bien, como un síndrome especialmente anti-elitista, pero, ¿cómo podemos entender esta condición anti-elitista?
Uno de los enfoques posibles es el que plantea Ernesto Laclau, que podríamos considerar más bien de carácter sistémico o metodológico. Es decir, que el factor clave no es la ideología detrás del síndrome sino más bien, a qué responde o intenta responder en un momento de dislocación discursiva.[2] Atendiendo a esta dificultad, Laclau señala que no es posible adjudicarle al populismo una ideología específica, sino más bien este sesgo populista puede ser adoptado por cualquiera de ellas. De este modo, sería una «lógica particular de articulación» de ciertos contenidos y prácticas (políticos, ideológicos, discursivas y sociales) lo que definiría al populismo.
Siguiendo esta misma lógica, Arias intenta abordar la confusa relación que tiene el populismo con la democracia y su característica «dimensión emocional». A pesar de que para él el concepto es efectivamente identificable y definible, señala que no existe consenso sobre la manera en que se presenta, es decir, como una ideología, como un estilo, o estrategia. El autor establece cuatro propiedades esenciales del concepto: 1) la presencia de un pueblo y una elite,[3] 2) las cuales son vistas de manera antagónica, 3) con una visión positiva del pueblo y una negativa de la elite, y finalmente, 4) «la idea de la soberanía popular, traducida en la prevalencia de la voluntad general como matriz decisoria».[4] Además agrega rasgos secundarios del concepto, tales como el rechazo hacia la democracia representativa y su organización en torno a un líder que se comporta de manera provocativa y polarizada. De la misma forma, Arias destaca la existencia de un cabecilla carismático, que se comunica de manera directa con sus partidarios.
Una gran interrogante surge cuando intentamos comprender cómo es que el líder populista es capaz de construir un vínculo tan estrecho con el pueblo. Frente a esto, Deusdad señala que «el carisma político, a pesar de su irracionalidad, tiene siempre un componente de racionalidad, todos los seguidores se explican de una u otra forma su adhesión al líder».[5] Esto se acompaña de una total identificación con él, junto con una visión ideal de la sociedad. Margaret Canovan también hizo alusión a esta inquietud y afirmó que el populismo «sólo constituye una forma de acción política polémica, de contornos muy vagos que, con el pretexto de un discurso centrado de una u otra manera en el pueblo, pretende más que todo provocar una fuerte reacción emocional en el público al cual se dirige».[6]
Siguiendo con esta idea, Deusdad analiza la innegable conexión entre manifestaciones carismáticas y populismo. Señala que este último concepto se puede entender como «un movimiento político que se basa en la movilización de un gran número de personas, es decir, de masas, a partir de la retórica de un contenido fundamentalmente emocional y autoafirmativo centrado en torno de la idea de pueblo».[7]A través de la figura de Perón en Argentina destaca ciertas cualidades del populista, entre las cuales podemos destacar el establecimiento de un «contacto místico» entre el pueblo y el líder. Deusdad concluye que «el populismo es una manifestación del carisma, es una forma de carisma que posee sus propias estructuras e ideologías».[8]
Un elemento clave a analizar con respecto a lo anterior, es el uso del lenguaje como motor esencial de la emocionalidad que moviliza el ascenso populista. En este caso, por ejemplo, la utilización de expresiones peyorativas es un instrumento retórico recurrente que permite marcar la polaridad que busca el líder populista, fundada en la apelación a conceptos esencialmente vacíos. Además, Villacañas advierte que el «populismo es la teoría política que siempre ha sabido que la razón es un bien escaso e improbable»,[9] y así alimentándose de vacíos y faltas de contenido, le permiten actuar en distintos escenarios. En ese sentido, para Laclau, el camino hacia el populismo se compone de una serie de demandas insatisfechas ―de diverso tipo, relacionados a bienes simbólicos o materiales― que van produciendo creciente frustración en la población, transformándose con el tiempo en «eslabones de identidad popular común»,[10] cuya representación está en constante disputa por diversos liderazgos políticos que intentan encauzar tales demandas dentro de los marcos institucionales. Sin embargo, al no ser articuladas dentro de tales cauces, se genera el incentivo a exacerbar la retórica de liderazgos potencialmente populistas para articularlas y encarnarlas. Así, Laclau afirma que la ruptura populista surge gracias a una «dicotomización del espacio social, que los actores se vean a sí mismo como partícipes de uno u otro de dos campos enfrentados».[11] El populista surgiría como una especie de redentor que pondría fin a la disputa hegemónica entre liderazgos políticos en torno a una multiplicidad de demandas. La idea de un sentimiento de frustración colectivo como elemento potenciador del populismo, es también considerando por Arias, un elemento importante ya que sustenta y hace posible la generación de «revuelta contra las elites, las apelaciones a la soberanía del pueblo, la demanda de formas directas de democracia».[12]
De esta forma, se genera una creciente contraposición entre el marco institucional y exacerbación emocional que provoca el líder populista, apelando a la supremacía de un sujeto popular. Edward Shils señala que el populismo «proclama que la voluntad del pueblo en sí misma tiene una supremacía sobre cualquier otra norma, provengan éstas de las instituciones tradicionales o de la voluntad de otros estratos sociales».[13] Como el populismo apela al factor emocional mediante la retórica, un lenguaje desmesurado, los aspectos institucionales formales pasan a segundo plano. En relación a esto, Hermet, y en conjunto con otros autores, destaca la peculiaridad con la que un populista se comunica con las masas, estableciendo una relación directa, sin intermediarios, basada en la confianza ciega del pueblo hacia ellos. Así, es posible afirmar que el populismo prescinde o, más bien, reduce las instituciones. Laclau sigue con esta lógica, ya que explicita que para los populistas los mecanismos institucionales formales de canalización de demandas ya no son legítimos, por lo que se hace necesario «un cambio de régimen y una reestructuración del espacio público».[14] Esto da paso a la arbitrariedad del líder que contraviene el marco institucional democrático, sometiendo a las instituciones a su capricho. La exigencia popular exacerbada por la apelación retórica conlleva un círculo vicioso que exacerba la discrecionalidad del populista, lo que va en desmedro del debate político. Así autores como Hermet, señalan que el populismo atiende a una ética de la convicción y no de la responsabilidad, basada en la inmediatez, «se niegan a considerar los largos plazos necesarios a la satisfacción de las demandas populares que impone la complejidad del ejercicio del gobierno».[15]
Frente a lo anterior, debemos preguntarnos: ¿es el populista quien invalida las instituciones o las instituciones invalidadas legitiman al populista?
Cabe mencionar que el populismo surge únicamente en un contexto de crisis democrática o en un marco institucional democrático. Esto, pues, bajo un régimen dictatorial o autoritario se torna difícil su aparición, ya que hay más incentivos para restablecer un marco institucional que ponga fin a la discrecionalidad del dictador. En este sentido, Navia caracteriza a los populistas «como aquellos líderes que debilitan las instituciones y los canales formales de participación política»,[16] afirmando que, si bien no hay un consenso sobre el significado de populismo, existen mayoritariamente dos visiones, una desde la economía y otra desde la política. La primera de ellas referida a «políticas macroeconómicas que generan inflación y déficit fiscal»,[17] y la segunda relacionada con «políticos que buscan generar un amplio apoyo de las masas para llegar al poder».[18] Navia de esta forma, propone a los partidos políticos, estables, «accountables»,[19] y dinámicos, como un elemento garante, aunque no único, del sistema político frente al populismo.
Arias Maldonado, M. «Para comprender el populismo (I)», Revista de Libros, julio de 2016, pp.1-5.Recuperado el Agosto de 2017, de http://www.revistadelibros.com/articulo_imprimible.php?art=1256&t=blogs
Deusdad, B. «El concepto de liderazgo carismático: Populismo e identidades», Opción, vol.19, núm. 41, 2003, pp.9-35. Recuperado el Agosto de 2017, de http://www.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1012-15872003000200002
Hermet, G. «El Populismo como concepto», Revista de Ciencia Política, vol. XXIII, núm. 1, 2003, pp.5-18. Recuperado el Agosto de 2017, de http://www.revistacienciapolitica.cl/rcp/wp-content/uploads/2013/09/01_vol_23_1.pdf
Laclau, E. «La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana», Nueva Sociedad, núm. 205, septiembre- octubre de 2006, pp. 56-61. Recuperado el Agosto de 2017, de Nueva Sociedad: http://nuso.org/media/articles/downloads/3381_1.pdf
Navia, P. «Partidos Políticos como antídoto contra el populismo en América Latina», Revista de Ciencia Política, vol.23, núm. 1, 2003, pp.19-30. Recuperado de http://www.revistacienciapolitica.cl/2013/articulos/partidos-politicos-como-antidoto-contra-el-populismo-en-america-latina/
Villacañas, J, «Populismo» Ensayo, La Huerta Grande Editorial, octubre de 2015. Recuperado el Agosto de 2017, de La Huerta Grande: http://www.lahuertagrande.com/wp-content/uploads/2015/10/1er-cap-Populismo.pdf
[1] Hermet, G, «El Populismo como concepto», Revista de Ciencia Política, vol. XXIII, núm. 1, 2003, p.12.
[2] El concepto de dislocación refiere a la ruptura o fisura de un discurso que, como unidad, pierde su estructura de relaciones, por lo que sus componentes pueden ser re significados. Por tanto, eso marca el espacio antagónico entre concepciones distintas que se disputan, de manera dicotómica, una hegemonía en torno a tales significantes.
[3] La cual no es necesariamente referida a su realidad socioeconómica.
[4] Arias, M, «Para comprender el populismo (I)», Revista de Libros, julio de 2016, p.2.
[5] Deusdad, B. «El concepto de liderazgo carismático: Populismo e identidades», Opción, vol.19, núm. 41, 2003, p.22.
[6] Canovan, M, Populism, New York, Harcourt-Brace Jovanovich, 1981, pp. 123. Citado en Hermet, G. «El Populismo como concepto», Revista de Ciencia Política, vol. XXIII, núm. 1, 2003, p.7.
[7] Deusdad, B, «El concepto de liderazgo carismático: Populismo e identidades», Opción, vol.19, núm. 41, 2003, p.24.
[8] Deusdad, B, «El concepto de liderazgo carismático: Populismo e identidades», Opción, vol.19, núm. 41, 2003, p.25.
[9] Villacañas, J, «Populismo», Ensayo,La Huerta Grande Editorial, Octubre de 2015, p.14.
[10] Laclau, E, «La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana», Nueva Sociedad, núm 205, septiembre- octubre de 2006, p.58.
[11] Laclau, E, «La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana», Nueva Sociedad, núm 205, septiembre- octubre de 2006, p.56.
[12] Arias, M, «Para comprender el populismo (I)», Revista de Libros, julio de 2016, p.1.
[13] Shils, E, The Torment of Secrecy, New York, The Free Press, 1956, pp. 98. Citado en Hermet, G, «El Populismo como concepto», Revista de Ciencia Política, vol. XXIII, núm. 1, 2003, p.7.
[14] Laclau, E, «La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana», Nueva Sociedad, núm 205, septiembre- octubre de 2006, p. 57.
[15] Hermet, G. «El Populismo como concepto», Revista de Ciencia Política, vol. XXIII, núm. 1, 2003, pp.11
[16] Navia, P. «Partidos Políticos como antídoto contra el populismo en América Latina», Revista de Ciencia Política, vol.23, núm. 1, 2003, p.30
[17] Navia, P. «Partidos Políticos como antídoto contra el populismo en América Latina», Revista de Ciencia Política, vol.23, núm. 1, 2003, p.19.
[18] Navia, P. «Partidos Políticos como antídoto contra el populismo en América Latina», Revista de Ciencia Política, vol.23, núm. 1, 2003, p.19
[19]El autor ante este concepto especifica «pese a que el término accountable no tiene traducción adecuada en nuestro idioma, diferentes autores lo han definido como «responsable» o, mejor aún, como la capacidad y voluntad de ser responsable ante los mandantes, quienes a su vez pueden castigar a aquellos que no se comportan responsablemente»
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