El PNUD, la igualdad y los apellidos
En Netflix hay dos películas que recomiendo ver. La primera se llama "Manos milagrosas" (Gifted Hands) y trata de la vida del actual ministro de Vivienda de Trump, Ben Carson, un doctor de raza negra, hijo de madre analfabeta, que se levanta desde la pobreza para estudiar medicina y ser el primer neurocirujano en separar siameses unidos por la cabeza sin que se muera uno de ellos. La segunda película es "El hombre que conocía el infinito", también basada en la vida real y que nos cuenta la historia del genio matemático indio Srinivasa Ramanujan, que gracias a su esfuerzo e inteligencia llegó a ser miembro de la Royal Society of London.
Ambas historias nos muestran cómo la educación, el esfuerzo personal y las oportunidades pueden levantar a un hombre desde la pobreza hasta la riqueza y desde la ignorancia hasta la vanguardia del conocimiento.
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) acaba de publicar un libro que analiza la evolución de la igualdad en Chile y se llama "Desiguales" (www.desiguales.org). El libro concluye lo que muchos sabíamos (Ver estudio Claudio Sapelli, PUC) y es que no somos el país más desigual del mundo como nos mintieron en la campaña presidencial pasada. Estamos entre los que más progresan en igualdad. Enseguida nos dice que todos hemos progresado y que Chile ha sido el país más exitoso de Latinoamérica en reducir la pobreza. Las razones según el libro son: crecimiento económico, educación masiva y gasto fiscal focalizado en los pobres, "¡el bendito modelo!".
Sería bueno que el Frente Amplio (un movimiento de frente más bien estrecha) se enterara de que ese "modelo" se llama economía social de mercado, no es nuevo, no lo inventamos nosotros y siempre tiene el mismo resultado de prosperidad, democracia y libertad para los países que lo adoptan. A diferencia del "otro modelo", que tampoco es nuevo ni lo inventamos nosotros, pero que termina siempre mal.
El PNUD nos ha confirmado lo que toda persona sensata, que mire alrededor y que conozca un poco de historia y economía sabía: que la guerra contra la pobreza la estábamos ganando y que la desigualdad descendía gracias a la educación, a las oportunidades laborales que da una economía que crece y a un Estado preocupado de los más pobres y no de los que más gritan.
El PNUD se adentra además en un tema que apasiona a los chilenos, como son los apellidos. Identifica los 50 más influyentes y los 50 menos. Entre los primeros aparecen Matte, Manzur y Moore y entre los segundos Mariman, Melnao y Milao. Ahora bien, si sus apellidos son Varela, González y Tapia puede estar tranquilo porque está en compañía del 99% de los apellidos chilenos que forman la gran clase media y que no figuran en ninguna de las dos listas. Respecto de cuán influyente es el apellido Varela -interrogante que ha acosado a la república-, Chile deberá seguir esperando porque el libro no arroja luces sobre el tema.
El informe además nos dice que los chilenos tienen miedo a perder la pega, lo cual yo diría cruza todos los apellidos. Ese miedo solo se acrecienta si Chile no crece económicamente; destruye su sistema educacional; crea impuestos expropiatorios para las personas y una burocracia que ahoga a las empresas.
El PNUD insiste en que el 1% más rico se lleva mucho de la riqueza nacional. Esto es una afirmación que a primera vista escandaliza, pero es engañosa porque ese número esconde distintas personas que van cambiando en el tiempo. En USA, donde se mide con más precisión, se muestra que donde antes había Astor, Rockefeller y Vanderbilt, hoy hay Gates, Jobs y Bezos. Eso es movilidad social y se logra en una sociedad libre. En Chile ídem; donde antes había Ross, Cousiño y Santa María, hoy hay Angelini, Luksic y Yarur, y mañana -si sigue la NM- habrá Martelli, Maturana y Mesina.
Por eso mañana es clave. O vota por cambiar el modelo por uno de todo gratis, todo buena onda, con marihuana libre y trenes intergalácticos, o vota por el que identifica el PNUD (aunque tímidamente) como exitoso y que muchos hemos defendido con entusiasmo. El elector tiene la palabra.
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