Llega hasta tal punto la banalización del debate constitucional que hoy los partidos gobernantes aprueban el ingreso de un proyecto de reforma por sus "efectos electorales".
Esto sólo profundiza y agudiza la sensación de vacío en que se encuentra nuestro debate político, pues no interesa la discusión de fondo -en sí ya mezquina y sobreideologizada-, sino que se opta por un pragmatismo exacerbado, en una desespera búsqueda por obtener más votos. En ese ambiente, ¿cómo pretenden hacer una reforma constitucional a largo plazo que sea un fiel reflejo de nuestras tradiciones y que fomente un desarrollo institucional positivo?
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