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Contigo pan y cebolla Publicado en El Mercurio, 02.04.2022

Contigo pan y cebolla

Mark Twain decía que no hay evidencia suficientemente robusta para persuadir a un idiota, pero como no estamos liderados por unos, me permitiré compartir con ellos lo que enseña la experiencia y la historia.

Como abogado me ha tocado conocer muchos conflictos humanos. Entre socios, entre empresas y clientes, entre matrimonios, etc. Las razones son múltiples pero normalmente tienen una cosa en común, se detonan y agravan en épocas de problemas económicos.

Cuando el mercado esta boyante, los socios postergan sus diferencias, porque los beneficios del mercado son más atractivos que pelear entre ellos. Cuando el mercado deja de crecer aparecen los problemas, porque ya no hay una riqueza que crear y que beneficie a todos, sino que es un juego de suma cero en que uno mejora si le quita al otro. Similar cosa ocurre en los matrimonios, basta que uno se quede cesante y se dificulte la economía del hogar, para que todos los problemas latentes, florezcan y se agudicen.

A los países les pasa lo mismo. Mientras la economía crece hay más trabajo, mejores remuneraciones y una sensación de progreso. Cuando la economía se estanca, afloran los problemas que dormían bajo la alfombra. Aparecen los reclamos de la gente que cree que la riqueza es dinero en un cofre que alguien guarda y que debe distribuirse y no un intangible que depende de expectativas; que se crea mediante inversión, ingenio y trabajo y que se esfuma si no hay incentivos ni seguridad jurídica. Mientras crecíamos y progresábamos tuvimos paz: dejamos de hacerlo y explotó un malestar que se venía incubando por falta de crecimiento.

La pregunta es porqué dejamos de crecer. Una respuesta es que el modelo se agotó y la otra es que al modelo lo agotaron. Yo me inclino por la segunda. A punta de impuestos, burocracia y alza de costos artificiales, los políticos hicieron más gravoso emprender, invertir y desarrollar el país.

A partir de Bachelet 1 en promedio Chile no ha crecido (Piñera recuperó lo perdido con Bachelet). Como ha estudiado Claudio Sapelli, esta es la primera generación en mucho tiempo que gana menos que sus padres. No es de extrañar entonces que esté enojada. La mala política la ha dejado con menos oportunidades y ha dejado de progresar. Pero los políticos y los matinales culpan a la constitución, al modelo y a los empresarios.

La virtud más grande del crecimiento económico es que ayuda a la paz social. Por supuesto que permite recaudar más impuestos, financiar el gasto social y mejorar los servicios públicos. Pero si la gente no siente que progresa en su vida, va a protestar. El canario en la mina de una economía es la inversión y con la nefasta combinación de las malas ideas del gobierno y de la convención constitucional (CC), la inversión -como nos advirtió M. Marcel esta semana- viene cayendo como piano.

El hombre nuevo comunista era satirizado por los rusos con la siguiente historia. A Vladimir se le aparece un genio que le ofrece concederle un deseo, pero le advierte que lo que pidiera, a su vecino Iván, le concedería el doble. Vladimir la piensa y honrando su ideología le pide al genio: “sácame un ojo”.

La CC y el gobierno parecen estar liderados por Vladimires, más interesados en impedir que el resto progrese que crear condiciones para que todos lo hagan. Demonizan a los empresarios e idolatran a los funcionarios; persiguen a la policía y amnistían el terrorismo; celebran al combatiente y desprecian al comerciante. Esa es la receta del estancamiento económico. Con ello sólo crecerán la violencia y la pobreza. Los países crecen gracias al emprendimiento e inversión privada no a punta de impuestos y gasto fiscal.

Napoleón recomendaba jamás interrumpir a un enemigo cuando estaba cometiendo un error. Pero la política es distinta, porque no hay enemigos sino opositores, y como los errores del gobierno nos afectarán a todos prefiero advertir a nuestros jóvenes líderes que llevan nuestra economía derecho al despeñadero, y como enseña la historia, después arrastra a la paz y la democracia.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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