Una de las paradojas de tener demasiadas expectativas en el proceso constitucional es que la Constitución está llamada a limitar el poder político y un gobierno limitado —por definición y por fortuna— nunca podrá satisfacer por completo los deseos populares, debido a que el cumplimiento de muchas de estas demandas sería a costa de ciertas minorías que la Constitución está llamada a proteger.
Es el momento de moderar las pasiones y racionalizar con propuestas constitucionales concretas las cándidas y vacías declaraciones que llaman a construir una Constitución 'ciudadana'; 'emprendedora'; 'del siglo XXI'; 'de todas y todos', etc.
De lo contrario, la sensación que muchos tendrán, luego de redactada y aprobada la nueva Constitución, será similar a la de aquel que termina su bebida y no siente soplar la brisa de la playa que prometía la publicidad (y que en cierto modo lo llevó a consumirla).
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.