No queda más que revisar los postulados de Byung-Chul Han, tanto en su columna en el periódico español, como también sus referencias a su principal obra “La sociedad del cansancio”, por medio de la cual erige y dirige sus dardos hacia variadas ideas e instituciones de la civilización occidental.
Giorgio Jackson y Gabriel Boric traban el proyecto de rebaja a la dieta parlamentaria que ellos impulsaron.
El pataleo de las redes sociales y de algunos dirigentes de la oposición, olvida un presupuesto básico de la sociedad libre moderna el origen de una persona es irrelevante en su desempeño en sociedad.
Urge más que nunca focalizar el gasto público en quienes más lo necesitan, puesto que las necesidades más que nunca serán múltiples y los recursos serán más escasos que de costumbre.
Ese "parlamentarismo de facto" que sugirió el pasado 13 de marzo el entonces presidente del senado Jaime Quintana, sólo demuestra los anhelos frustrados de una oposición que aún no asume que no es gobierno y que se refleja en un torpe obstruccionismo que al final del día sólo perjudica al Chile más vulnerable.
Tenemos diputados que continúan utilizando espacios que configuran el futuro de nuestra nación para realizar campañas irresponsables e inverosímiles, con sueldos y asignaciones pagados con nuestros impuestos.
No hay corriente alguna del liberalismo que se olvide de la radical necesidad de la existencia de los deberes y el respeto de unos con otros. Y eso es lo que permite la cooperación y la vida pacífica en comunidad, y también de diferentes comunidades con diferentes fines comunes.
El Guasón no es, pues, una película política, sino psicológica. Se trata de los peligros apolíticos de la pérdida de individualidades del grupo.
Pan para hoy y hambre para mañana es un lujo cortoplacista que nadie puede darse sosteniblemente.
No se saca nada con discutir la rebaja de la dieta parlamentaria sin abordar el problema de las asignaciones y su correcta utilización.
Sucede que el pataleo de las redes sociales y de algunos dirigentes de la oposición, olvida un presupuesto básico de la sociedad libre moderna: el origen de una persona es irrelevante en su desempeño en sociedad.
El liberalismo —y repito, en cualquiera de sus formas— nos liberó para cooperar y vivir pacíficamente en comunidad.
La realidad nos exige hacer políticas no sólo mirando una foto parcial actual (como aplanar la curva de contagio hoy) y olvidarse del resto de la situación y del largo plazo.
Debemos reconocer que el Estado no es la única fuente responsable del concepto de lo público, ni tampoco la única respuesta plausible y suficiente a nuestros problemas comunes.
La prevención y autocuidado deberán pasar a formar parte del día a día de cada uno en suelo nacional más allá del mero invierno.
Solo queda preguntarse a estas alturas si los chilenos queremos saber la verdad, o si solo nos basta con crearla a nuestro antojo. Vaya país que despertó.
Desde Palacio se debe proseguir la senda de echar mano a su mejor recurso: la gestión. En ello el Presidente exhibe credenciales y puede dar vuelta la tortilla si mantiene con la cadena puesta a la peste.
Es cosa de tiempo para que los populistas de nuestra clase política confisquen nuestros ahorros.
La evolución de la pandemia continúa por caminos dinámicos e inciertos que prohíben sacar conclusiones y disponer políticas públicas definitivas. […]
Puede que el virus sea el que esté poniendo la música, pero depende de los gobiernos el cómo la bailen, y en este caso, la peste ha sido la excusa, y la libertad la víctima.
«La libertad no es un regalo de Dios,
sino una conquista humana.»