Boric: los costos de la soberbia
Una vez, leyendo a Luis Villoro —interesante filósofo mexicano y tardío militante zapatista— me encontré con la definición de “soberbia” de San Agustín —quien no necesita presentación—. Se pregunta el ‘Doctor de la Gracia’ en La Ciudad de Dios (XIV, 13, 1): «¿qué es la soberbia sino un apetito de celsitud perversa?» y agrega que dicha celsitud (i.e. elevación) consiste en hacer de nuestro ánimo «el fundamento primero y exclusivo de nuestro ser» —en palabras de Villoro— y esto sucede cuando «el espíritu se agrada demasiado a sí mismo» —en palabras de Agustín—. En simple, la soberbia hace que una persona esté “encantada de conocerse” y eso genera la vana sensación de bastarse a sí mismo.
La soberbia parece ser una de las debilidades del gobernante en general y el presidente Boric no está exento de ella a pesar de que se lleve todo el día hablando de humildad. En los hechos, el presidente ha demostrado una soberbia que le hace creer que el mundo puede adaptarse a su pinta y está empezando a sufrir los costos de esta falsa creencia. Porque la realidad es infinitamente más compleja que los mundos construidos por el ego y tarde o temprano nos termina pasando la cuenta si no sabemos adaptarnos a ella. «¡Ay de ti, qué soberbia vas mostrando, sin saber que estás soñando!».
"La soberbia parece ser una de las debilidades del gobernante en general y el presidente Boric no está exento de ella a pesar de que se lleve todo el día hablando de humildad."
Su soberbia lo llevó a sugerir que su fracaso en el Plebiscito del 4 de septiembre fue porque estaba adelantado a nuestra época. Así, como el majadero que dice en una entrevista de trabajo que su defecto es ser ‘demasiado perfeccionista’, le dijo a Christiane Amanpour que una lección histórica aplicable al triunfo del Rechazo es: «No puedes ir más rápido que tu pueblo». Soberbia e ignorancia al mismo tiempo, porque debería saber el presidente que cualquier idea política tiene precedentes de siglos. Por lo tanto, lo importante es tener buenas ideas, no contar con ideas adelantadas.
Si seguimos la peculiar lógica del presidente, incluso podríamos llegar a decir que las ideas del proyecto de nueva constitución retrasaban al país: en décadas al devolvernos al modelo de sustitución de importaciones o en siglos al remontarnos al nacionalismo romántico más elemental con la idea de plurinacionalidad. Similares retrasos se pueden ver en otras ocurrencias que tenía dicho proyecto: el fin de la nación chilena, el reemplazo de la igualdad ante la ley por la igualdad sustantiva, el endeudamiento de las entidades subnacionales, entre otros disparates.
Si la soberbia del presidente Boric fuera un vicio meramente privado, esta columna no mucho sentido. Pero esta también está afectando duramente al prestigio de Chile, conseguido durante décadas de trabajo —esas décadas que tanto desprecian Gabriel y los suyos—. Israel, Estados Unidos, el TPP11, son muestras de un manejo caprichoso de nuestras relaciones internacionales. Sin contar el bochornoso espectáculo de su embajador en España; incapaz de seguir las normas básicas de buenos modales. Hace no mucho, Gerardo Varela recomendaba encarecidamente tanto al presidente como a sus partidarios la lectura del Manual de Carreño. Pasan los días y este consejo se va volviendo cada vez más necesario.
La solución de este problema está en pasar de las palabras a la acción. La soberbia no se quita diciendo ni mil veces que se es humilde. La humildad se consigue poniendo los pies sobre la tierra —no por nada ‘humildad’ viene de humus— y ya va siendo hora de que el presidente despierte del letargo en el que lo tiene sumido su arrogancia.
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