El 18 de octubre y siguientes
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Publicado en El Mostrador, 18.06.2020Durante estas semanas, se ha debatido un nuevo paquete de medidas fiscales de emergencia para combatir los efectos económicos y sociales de la pandemia. La discusión se había entrampado levemente por motivos políticos y por los montos del gasto público. El gobierno originalmente propuso un paquete fiscal con un marco de gasto público entorno a los 10 mil millones de dólares por un periodo de 20 meses. La oposición, en un inicio, desestimó la propuesta del ministro, sosteniendo que era una proposición “decepcionante” tanto en montos del gasto como en forma de la ayuda. Hoy, pareciera existir finalmente un acuerdo en torno a un gasto pactado de 12 mil millones de dólares durante 24 meses. Prescindiendo de los desacuerdos respecto de los montos para ayudar a las personas vulnerables, que son legítimos en una democracia, lo que resulta preocupante de este acuerdo fiscal es que obcecadamente se ha concentrado sólo en la posibilidad de incrementar el gasto público a secas, desestimando el rol importante que tienen las reasignaciones presupuestarias y las medidas de reactivación económica para que todo el paquete fiscal pueda ser sustentable en el tiempo.
Por ello este nuevo pacto fiscal pareciera estar encaminado a terminar siendo más bien un mero acuerdo sobre cuánto vamos a repartirnos y gastar en montos totales, sin considerar en profundidad ni como vamos a reactivar la economía, ni tampoco como vamos a poder hacer sustentable todo ese gasto en el mediano plazo. Pese a que el gobierno ha tratado de incorporar ciertas medidas de reactivación económica dentro del acuerdo fiscal, estas parecieran ser un tanto insuficientes de cara a reestablecer una nueva y seria sustentabilidad fiscal en el largo plazo. Nuevamente, la discusión esta dirigida por el simplismo, sin medir las consecuencias que acarreará esta falta de sustentabilidad fiscal y la irresponsabilidad de no acompañar este debate del gasto con otro acuerdo paralelo que busque resolver cómo vamos a pagar aquellos gastos a través de reasignaciones, crecimiento y reactivación económica de largo plazo.
Creer que un plan fiscal puede ser exitoso prescindiendo de un debate serio y complementario sobre los medios para pagarlo es de una irresponsabilidad política y económica tremenda, que podría costarnos caro durante esta nueva década que comenzamos, sobre todo debido a que Chile ya posee un problema de inercia del gasto fiscal considerable. Resulta lamentable que en este debate sobre cómo y cuánto vamos a poder contribuir para ayudar a nuestros conciudadanos, se trate de rehuir la realidad de los costos en el futuro. Como bien lo ha reconocido el Ministro de Hacienda Ignacio Briones: “el mayor endeudamiento de hoy es una mochila para las generaciones futuras y para que sea absorbida de buena manera necesitamos
responsabilidad fiscal y una consolidación fiscal creíble”. Empero, y a pesar de las buenas intenciones del ministro, esta credibilidad fiscal no pareciera ser una verdadera prioridad ni dentro de todo el espectro político, ni tampoco del nuevo acuerdo recientemente pactado.
Es en vista de la necesidad de generar hoy una responsabilidad para salvaguardar nuestra sustentabilidad fiscal, que resulta lamentable que el debate político haya tratado de excluir temas tan vitales para dicho paquete de emergencia como la reactivación económica tendencial de largo plazo y la reasignación del gasto público. Simplemente seguir teniendo debates acerca de más gasto, sin tener en consideración la sustentabilidad de estos ni cómo vamos a afrontar las restricciones presupuestarias que los déficits, ya estructurales, nos imponen, es la mayor irresponsabilidad económica que le podríamos heredar a las generaciones futuras del país.
Es importante destacar que sin duda hay que gastar más para ayudar a los más afectados del país y para poder salir de esta crisis económica. No obstante, hay que poner atención al contexto y la tendencia fiscal en la cual se esta discutiendo dicho gasto. Gente del progresismo ha argumentado que este gasto de emergencia seguiría una lógica contracíclica coyuntural —gastar más en periodos de contracción económica para sostener la caída en la demanda agregada—, pero lamentablemente, si miramos el contexto chileno, llevamos casi una década violando los principios de esta lógica contracíclica: año tras año, no hemos sido capaces de cerrar la brecha del déficit y efectivamente ahorrar siquiera algo en periodos de crecimiento económico.
Más bien lo que se puede observar es una seguidilla de déficits fiscales coyunturales que se van acumulando hasta transformarse en una inercia de déficit ya de orden estructural. La regla fiscal que se implementó en el año 2000 ha desaparecido debido a la irresponsabilidad fiscal de políticos que han ignorado la verdadera lógica contracíclica, que consiste en ahorrar en periodos de “vacas gordas” y gastar en periodos de “vacas flacas”. Chile lleva una década siendo financieramente irresponsable, desequilibrando gastos con ingresos de manera sistemática, arrastrando déficit tras déficit fiscal de orden coyuntural y haciendo que estos se acumulen de manera permanente. Hoy en el 2020, ya nadie recuerda la máxima de que los déficits fiscales coyunturales deberían ser compensados (neteados) en el próximo ciclo de superávit fiscal.
Por lo tanto, y dada la evidencia del actuar fiscal chileno, utilizar hoy argumentos de contraciclicidad para justificar el gasto público a cualquier costo pareciera ser no sólo frívolo, sino meramente demagógico. Con todo, ya que Chile viene arrastrando largamente este problema de inercia fiscal, los nuevos programas de gasto pueden terminar siendo difíciles de eliminar, transformándose en déficits permanentes. Resulta crucial entonces vincular la discusión
de emergencia pandémico-fiscal con debates serios con relación a las reasignaciones presupuestarias y las medidas de reactivación económica.
Por ejemplo, se proyecta que la caída de los ingresos fiscales será por lo menos del 17%, pero sólo un humilde 3,8% del gasto público total —aprobado en la Ley de Presupuesto— se ha logrado reasignar hacia áreas más prioritarias debido a la pandemia. Estos números sugieren la fuerte inercia e inflexibilidad que tiene nuestro gasto público frente a emergencias. En Chile es difícil poder reasignar recursos ya comprometidos hacia nuevas iniciativas socialmente más urgentes de cara a una crisis. No obstante, la actual crisis y la fuerte caída de la recaudación fiscal hacen imprescindible una discusión en torno a nuestra flexibilidad y rapidez para ejecutar reasignaciones; la realidad fiscal nos urge a cambiar la forma con la cual hemos abordado las reasignaciones de los recursos públicos. Ante el casi nulo crecimiento económico que se proyecta para esta década, resulta inverosímil que sectores políticos se nieguen a tener una conversación sobre estos temas relevantes en conjunto con la actual discusión del gasto fiscal de emergencia.
Creer que temas trascendentales como la reactivación económica y la reasignación del gasto público son “materias que exceden el plan de emergencia pandémico” es simplemente tratar de evitar la realidad y hacerse trampa en el solitario fiscal. Lamentablemente, asumir que estos problemas no son relevantes hoy no hace que estos dejen de existir. Podemos hacer la vista gorda y eludir nuestra responsabilidad, pero más temprano que tarde, estos volverán para afligirnos. Quizás en el futuro, cuando la deuda exceda el 43% del PIB y se torne insostenible en relación con un nulo crecimiento económico, miremos hacia atrás con arrepentimiento respecto de este debate fiscal hoy desaprovechado. Tal vez entonces —y tardíamente— nos demos cuenta de que no haber podido introducir estos temas de sustentabilidad fiscal y de reasignación del gasto público dentro de la discusión haya sido la pérdida de aquel irremplazable “momento estelar” del país; la oportunidad desaprovechada de poder cambiar el rumbo hacia una nueva sustentabilidad fiscal que nos permita afrontar futuras crisis con dignidad. Por ello, si bien es el momento de ayudar a los más vulnerables, esto debe hacerse mientras responsablemente se salvaguarda la sustentabilidad fiscal del país y se promueve el crecimiento económico. Esto es ahora o nunca. Como bien nos aconsejaba Francis Bacon, “comienza a hacer lo que quieras hacer ahora. No estamos viviendo en la eternidad. Solo tenemos este momento, brillando como una estrella en nuestra mano y derritiéndose como un copo de nieve”.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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