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Giuliani: Libertad de expresión y tolerancia cero Publicado en El Mercurio, 18.06.2016

Giuliani: Libertad de expresión y tolerancia cero

El general George Patton tenía un manejo escénico fantástico. Se entrenó para no asustarse cuando escuchaba un cañonazo. El sabía que la bala de cañón viaja más rápido que el sonido, por lo que una persona jamás escuchará el cañonazo que lo mate. Así, mientras todos alrededor de él se tiraban al suelo para protegerse, Patton impresionaba a sus subordinados manteniéndose erguido mientras daba instrucciones.

En la artillería primero verá un fogonazo a la distancia, porque la luz es más rápida que la bala; después sentirá la devastación del impacto a su alrededor y finalmente, se escucha el sonido. En la vida es importante distinguir estos tres elementos, el fogonazo que anuncia un problema, el efecto del disparo y finalmente la parafernalia.

En seguridad, hace un tiempo que se vieron los fogonazos. Cuando la autoridad confunde la libertad de expresión con una manifestación violenta. Cuando en el terremoto la autoridad tolera el saqueo como si este fuere un buen asignador de recursos en tiempos de emergencia. Cuando no se respalda políticamente a Carabineros al intentar mantener el orden público; cuando se dicta una ley indígena que condena a la miseria a los pueblos originarios y premia con tierras a los que recurren al robo y asesinato; cuando se cohonesta la violencia y el crimen so pretexto del consumismo o la desigualdad, esos son los fogonazos que nos estaban avisando lo que venía.

Esta generación de jóvenes se crió en la abundancia; nunca le dijeron que no y jamás hicimos responsables a los padres por los daños de sus querubines. Y ahora, para que tengan más tiempo de "expresarse", les quieren suprimir las tareas.

Por eso ahora, que un grupo de jóvenes irrumpa en La Moneda y ofenda nuestra democracia; que para el 21 de mayo delincuentes asalten una farmacia y maten a un guardia, o que en la última marcha violenten iglesias y profanen un Cristo en la calle, no nos debe mover a escándalo ni debemos arrojarnos al suelo, es el ruido de los cañones que se dispararon hace rato.

Nos acaba de visitar el ex alcalde de Nueva York, Rudolf Giuliani. Él lideró el programa denominado Tolerancia Cero, que logró devolver el orden y la seguridad a Nueva York, una ciudad con tantos habitantes como todo Chile.

Giuliani conjugaba la libertad de expresión con la seguridad con la siguiente reflexión: "La regla es simple: usted puede protestar todo lo que quiera, hacer todo el ruido que desee y portar todas las pancartas que prefiera. En el momento que lance una piedra será arrestado. En el momento que usted rompa un vidrio será arrestado. En el momento que irrumpa en una tienda será arrestado".

Las libertades personales tienen su límite en la vida, libertad y propiedad del resto. Es un concepto muy simple, que nuestras autoridades no comprenden o no le asignan importancia, olvidándose de que ya Hobbes en el Leviatán nos decía que la violencia e inseguridad son los fogonazos que anuncian una crisis democrática.

Los alemanes han resuelto bien el tema de las manifestaciones y cómo compatibilizar la libertad de expresión con la reparación de daños. Los que las convocan dejan una garantía en dinero para limpiar y reparar cualquier daño a la propiedad. Por eso en Alemania los organizadores de las marchas son los últimos en irse y no los primeros en arrancar, porque se quedan limpiando, para dejar todo tal cual lo encontraron.

Por eso, es hora de la tolerancia cero al vandalismo disfrazado de idealismo. Los que quieran reclamar están en su derecho, pero si rompen, lesionan o delinquen se van presos, y deberán indemnizar los daños, los mayores, si son adultos, y los padres, si son menores de edad quienes los producen.

Es una ironía trágica del destino que en un gobierno que reivindica el legado de Allende, las anchas alamedas no se abran para el hombre libre, sino que por ellas transiten los encapuchados y delincuentes, mientras el hombre libre, temeroso, se guarda temprano en su casa.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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