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Tesis pedófilas Publicado en El Mercurio 03.01.2023

Tesis pedófilas

En 1996, el físico neoyorkino, Alan Sokal, envió un artículo a la revista Social Text, una de las más prestigiosas revistas académicas de EE.UU. y enfocada en estudios de género, sexualidad, naturaleza y, —quizás es mejor decirlo así—, en todo lo que estaba (y está) de moda.El artículo fue aceptado, pero Sokal había hecho una broma: era un artículo lleno de charlatanería seudocientífica aunque afín a ideologías políticas de izquierda. Lo hizo porque estaba preocupado. Para él, «la izquierda» no podía abandonar la ciencia y la crítica al oscurantismo que la habían caracterizado históricamente (habla en EE.UU. durante los 90, importante). La flojera intelectual de la izquierda taquillera estaba haciendo proliferar teorías subjetivas y falsas, y ya era hora de decir que «los hechos y la evidencia sí importan». Su artículo estaba lleno de grandilocuentes, pero ridículas, afirmaciones sin argumentación alguna, en un lenguaje inentendible, y, obviamente, incluyendo teorías de opresión y constructos culturales. Se armó un escándalo —el «Escándalo Sokal»— y quedó en evidencia el nulo trabajo intelectual de la revista y sus editores, quienes estaban en la frontera del conocimiento y nos abrían los ojos frente a la realidad. Podrían haber sido nuestros líderes de Convención Constitucional, quizás.

A algo similar se refería en 1999 Marta Nussbaum cuando criticó en la revista New Republic a Judith Butler, una ídola para los cultivadores de las teorías de género y asidua visitante a nuestro país —con entusiastas aduladores—. Nussbaum dijo que era difícil enfrentarse a las ideas de Butler, porque, la verdad, era difícil averiguar qué ideas tenía. Además de criticarla por escribir pésimo y enrevesado, dice que Butler trata superfluamente a diferentes autores, sin distinguir sus matices e interpretaciones. Dice, además, que está llena de contradicciones teóricas de las cuales nunca se hace cargo. Para Nussbaum, Butler está mucho más cerca del sofismo que de cualquier otra cosa.

«Para el físico de la Universidad de Nueva York, Alan Sokal, la flojera intelectual de la izquierda taquillera estaba haciendo proliferar teorías subjetivas y falsas, y ya era hora de decir que ”los hechos y la evidencia sí importan”».

Hace poco, en 2017, el «escándalo Sokal» fue imitado por James A. LindsayPeter Boghossian, y Helen Pluckrose. Se le llamó «Escándalo Sokal al cuadrado» y consistió en enviar diferentes artículos delirantes a diferentes revistas de moda sobre los mismos temas —constructos culturales y pedofilia de por medio—. Varios estaban siendo aceptados hasta los autores reconocieron sus burlas académicas.

Hago todo este relato a propósito del escándalo desatado por las tesis publicadas por nuestra Universidad de Chile que habrían relativizado la pedofilia. Varios «académicos» de esa Universidad publicaron una carta en su diario el miércoles condenando la pedofilia, demostrando su espanto. Pedían, eso sí, acciones «más enérgicas». Una iluminadora reflexión, muy valiente. Podrían haber escrito también un duro manifiesto contra el asesinato de abuelos, contra el Mamo Contreras o, no sé, contra el Proyecto de Ley de eugenesia de Salvador Allende del año 1939.

Además de las problemáticas en torno a la libertad académica analizadas en su diario por Carlos Peña y Daniel Loewe el miércoles, es lamentable que el foco no esté en lo que destaca Sofía Salas en su mismo diario el jueves: la calidad de nuestras universidades y académicos. Está muy bien cuestionar la cultura que nos rodea, nos ilumina, pero estas polémicas tesis o, en general, esas temáticas, se han abordado desde una crítica cultural muy mal llevada, que solo refleja una profunda flojera mental y un completo alejamiento de la racionalidad —es demasiado evidente cuando se sobrepasan—. Esta falta de rigor académico ha contaminado, además, a todas las ciencias sociales, distorsionando por completo el quehacer universitario al negar los hechos, las jerarquías y un sinfín de prácticas científicas en pos de ideologías políticas o una supuesta superación de injusticias sociales u opresiones. Es una situación muy decadente y bien reflejada por los escándalos Sokal. Importantes y respetados intelectuales están de acuerdo con este diagnóstico, pero pocos se atreven a explicitarlo en público, lo que agrava el hecho de que esta situación tenga, además, un espejo en el nivel de discusión pública, donde se siguen inoculado todas estas ideas delirantes y antisociales. Uno de los ejemplos más populares es la validación de la violencia hecha por los más diversos sofistas profesionales amparados, muchas veces, por nuestras mismas Universidades. Varios de ellos fueron sacudidos, por suerte, el 4 de septiembre recién pasado. Aún tenemos patria, ciudadanos.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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