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Violencia: pavos, vírgenes y beduinos Publicado en El Mercurio, 30.04.2022

Violencia: pavos, vírgenes y beduinos

En 1453 caía Constantinopla en manos de los turcos. Alguien decía que la lucha era desigual porque la motivación y los incentivos eran distintos: a los defensores cristianos se les enseñaba a poner la otra mejilla si eran agredidos, mientras que a los atacantes musulmanes les prometían 70 vírgenes en el paraíso si morían en una guerra santa.

Para las sociedades consensuales modernas, nacidas de la cultura judeo-cristiana occidental, nunca es fácil lidiar con la violencia. Sabemos que está mal y confiamos que todo el mundo la condena por igual y, si recurre a ella, es porque existe una razón que la justifica. Nunca es maldad, ansia de poder o el simple desprecio por la vida o codicia por la propiedad ajena. Este idealismo es tan peligroso como irreal. Y muy grave cuando gobiernan los que debilitan el concepto de la responsabilidad personal y le endilgan la culpa a la sociedad, al “sistema” o pasadas ofensas.

Los beduinos cuentan de un veterano jefe de familia que decide comprar 2 pavos para criarlos, comerlos y así mejorar su virilidad. Sus hijos se ríen de él cuando los compra. Al poco andar a la familia le roban los pavos. El veterano manda a sus hijos a buscar a los ladrones de los pavos. Los hijos se mofan del viejo y le dicen que los pavos no importan y que al fin y al cabo no necesita recuperar su virilidad. Pasa una semana y a la familia le roban un camello. Se reúnen de nuevo y el veterano les advierte a sus hijos que busquen al ladrón de los pavos. Ellos se vuelven a reír y no hacen nada. Finalmente, un mes después raptan a una hija. El viejito los mira y les recrimina: “¡Vieron lo que pasa por no perseguir al ladrón de los pavos!”.

"Nos extorsionaron diciendo que para apaciguar Chile había que votar Apruebo. Ganó el Apruebo y la violencia continúa. Después, por las mismas razones, que había que votar por Boric. Y acá estamos: con más violencia que el mes pasado y menos que el próximo. Ahora muchos dicen que si no se aprueba la constitución estalla Chile. Basta de chantajes"

Cualquier persona razonable habría sabido que, en la Segunda Guerra Mundial, Alemania no hubiera podido derrotar a los aliados que combinaban la economía (EEUU) con el ejército (URSS) y la marina (Reino Unido) más grandes del mundo. Sin embargo, Hitler se atrevió. Esto ocurrió porque Occidente simpatizó con sus reclamos acerca de lo abusivo del tratado de Versailles; de que las minorías étnicas alemanas eran maltratadas, etc… A Hitler, en vez de pararlo el año 36 cuando remilitarizó Renania, lo dejaron crecer y empoderarse. Luego, restablecer la paz y el orden natural de las cosas exigió 6 años de guerra y 60 millones de muertos. Esto porque los matones siempre interpretan las concesiones como cobardía o debilidad. No en vano a Chamberlain lo acusaron de ofrecerle los 4 cachetes a Hitler antes de reaccionar.

Putin lo mismo. No lo pararon en Chechenia, Osetia del Sur, ni Crimea. Y ahora ya estamos en una guerra hecha y derecha, con violencia creciente y deterioro de la economía y de la paz mundial.

Nuestro país sufrió algo parecido. A partir de los 60 dejamos crecer la violencia política. En Chillán, el Partido Socialista la declaró legítima para acceder al poder. Allende indultó a los asesinos de Pérez Zujovic y muchos en la izquierda pasaron de estar dispuestos a morir por sus ideas a querer matar por ellas. Después vino Pinochet y la tragedia conocida.

Y la historia se repite: desde que una alumna le tiró agua a una Ministra, pasando por la toma de liceos, la violencia mapuche y la recepción a balazos de doña Izkia. La violencia crece. Nos extorsionaron diciendo que para apaciguar Chile había que votar Apruebo. Ganó el Apruebo y la violencia continúa. Después, por las mismas razones, que había que votar por Boric. Y acá estamos: con más violencia que el mes pasado y menos que el próximo. Ahora muchos dicen que si no se aprueba la constitución estalla Chile. Basta de chantajes. No son las elecciones ni las constituciones las que terminan con la violencia sino que el consenso político por condenarla; la decidida acción policial por perseguirla y la determinación de la justicia por castigarla.

Sin embargo, el gobierno manda pésimas señales: retira las querellas criminales, debilita a Carabineros y presenta proyectos de indulto; amarra su destino a una convención de funadores y empatiza con los violentistas. Esta mala política creará más violencia y la reacción será más rigurosa. Pero hay que hacer un mea culpa: nosotros elegimos autoridades adolescentes y ambivalentes con la violencia, no debe sorprendernos que se comporten como tales.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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