Una revolución con más vino tinto que empanadas
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Publicado en El Mercurio, 02.06.207Cuando el gobierno de la Nueva Mayoría comienza a despedirse, la Presidenta, con un sentido de misión y épica histórica, ayer defendió su obra y sus "logros" invocando a la historia que, según ella señaló en otra entrevista, "le dará la razón".
Fidel Castro, en su defensa por el asalto al cuartel Moncada, expresó: "Condenadme, no importa, la historia me absolverá".
"Su gobierno nos deja con más cesantes, peor educados, más divididos, más pobres; con más delincuencia y menos felices. Ella considera, sin embargo, que deja un país mejor del que recibió; la historia la juzgará, y ojalá la absuelva como culpable porque no la perdonará como responsable."
Nuestra Presidenta en su discurso final me recordó la frase de Sir Winston, "un fanático es quien no cambia de opinión, pero tampoco de tema". Ella, con espléndida autocomplacencia, reivindicó su obra, a pesar de la abrumadora evidencia en contra.
La reforma educacional fue un fracaso, no atacó el problema real de la falta de calidad, impugnó el lucro que no es un problema per se en educación -máxime si con ello atentaba contra la libertad de los padres y alejaba inversión y talento de un área que necesita de ambas-. Además, ofreció una gratuidad universitaria que Chile no podía financiar, que focalizaba mal el gasto público (que lo necesitan los niños chicos y los más pobres) y que solo afectó la autonomía universitaria y la competencia entre las universidades. Ella sigue con que la educación es un derecho y no un bien económico, en circunstancias de que es las dos cosas. La historia la juzgará muy mal por el disparate educacional.
La reforma tributaria fue otro error monumental. Complejizó un sistema inteligente y pro inversión; solo transitoriamente recaudó más; afectó la inversión e hizo menos competitivas nuestras empresas. No fue necesario esperar la historia para saber que ella se equivocó.
Su reforma laboral fue nefasta, por antiempleo, anticrecimiento y porque solo generará conflictividad. Sus logros en energía reivindicados ayer son de un valor dudoso, la ayudó la lluvia, la baja del precio del petróleo y, sobre todo, el frenazo de nuestra economía.
Ella basó su programa en dos pilares: no más abuso y no más desigualdad. En lo segundo no avanzó nada, porque solo se avanza con más crecimiento económico más trabajo y mejor educación, en todo lo cual el Gobierno reprueba miserablemente; y en abuso, no se detectan diferencias significativas, salvo el creciente abuso del Estado contra las personas en su libertad, dignidad y seguridad.
Finalmente, respecto de la Constitución, en vez de terminar con el tongo, vuelve a desempolvarlo sin decir qué reforma quiere para el país. La historia la juzgará mal por abrir el tema constitucional sin cerrarlo. En esta materia, ella ha tenido el peor de todos los liderazgos; uno que genera incertidumbre e inseguridad sin ofrecer soluciones.
Soy de los que se opusieron a la retroexcavadora en todas sus expresiones. Su gobierno nos deja con más cesantes, peor educados, más divididos, más pobres; con más delincuencia y menos felices. Ella considera, sin embargo, que deja un país mejor del que recibió; la historia la juzgará, y ojalá la absuelva como culpable porque no la perdonará como responsable.
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Las opiniones expresadas en la presente columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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