Los problemas y escándalos de corrupción, ineficiencia e ineficacia, especialmente en Estados con demasiadas atribuciones –más de las convenientes– y amplias burocracias, nos obligan a reflexionar sobre el tamaño, la complejidad y los alcances del poder estatal.
Ciertamente, los Estados débiles y fracasados causan buena parte de los problemas del mundo, pero los obesos y omnipotentes no son una alternativa: ocasionan estragos y suponen peligros fatales para las personas y las sociedades, especialmente por el poder que pueden (real o potencialmente) concentrar. ¿Cómo debería, grosso modo, ser un Estado suficientemente adecuado para reducir los riesgos asociados a su poder y, a la vez, como decía Karl Popper, evitar que los malos gobernantes hagan demasiado daño?
COMPRAR«El progreso es imposible sin cambio, y aquellos
que no pueden cambiar sus mentes,
no pueden cambiar nada»