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La hipocresía del PS 3.09.2015

La hipocresía del PS

imagen autor Autor: Jorge Gomez

Las reprobaciones de altos dirigentes PS hacia Fulvio Rossi no son más que quejas hipócritas con pretensión moral, al igual que el enjuague bucal con la probidad y la transparencia que hizo Bachelet frente a la comisión Engel. Esto, porque son ellos mismos los que promueven acrecentar aún más el poder burocrático estatal y sus influjos corruptores, del cual se alimentan los caudillos políticos de todo color.

Es sabido que frente a todos los escándalos políticos del último tiempo predomina la idea que creando una comisión aquí, una oficina acá, una ley aquí o allá, se evitarán los apetitos por más poder y los vicios asociados a la necesidad de mantenerlo, sobre todo cuando se trata del poder político. Es tal el nivel de confusión que pocos ven que una burocracia estatal elefantiásica simplemente es el campo fértil para acrecentar las clientelas partidarias y la capacidad de los políticos de ofrecer privilegios a cambio de apoyos o financiamiento a funcionarios o empresarios inescrupulosos y mercantilistas.

Por eso, las críticas a Fulvio Rossi no dejan de ser un simple artificio, una pirotecnia frente a los medios. Porque esos mismos maestros de la ley son los que creen que sus convicciones, su supuesta estatura moral o los altos fines que dicen promover los hacen inquebrantables frente a los influjos que conlleva el ejercicio del poder político. Con ello promueven ese engaño reaccionario que promovía la idea de que los gobernantes eran seres inmaculados y bondadosos, libres de los vicios y bajezas humanas. Como promueven la idea de una inmaculada Bachelet. Por eso, no tienen reparos en proclamar el acrecentamiento del poder estatal en diversos aspectos de la vida de las personas. Es decir, de desplegar los apetitos de poder de algunos —los sumos sacerdotes de la justicia y la igualdad— sobre la vida de los otros.

Los golpes en el pecho de unos líderes frente a los escándalos políticos de otros sólo replican la pretensión de quienes tienen poder, de elevarse a una estratosférica superioridad moral con respecto al resto. Lo honesto sería que reconocieran que el poder corrompe y nadie es infalible a sus influjos corruptores, aunque pertenezca a un partido que proclame la igualdad para todos. Pero eso implicaría reconocer que el problema no se resuelve reemplazando cargos o buscando gobernantes ideales, sino que restringiendo los campos de acción del poder político sobre la vida de las personas. Es decir, negándose poder para sí mismos. Dudo que estén dispuestos a aquello.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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