Señor Director:
Al cumplirse nueve años de la instauración del Transantiago, bien harían los expertos en transporte en observar la razón por la cual, principalmente, le fue otorgado el Premio Pritzker al chileno Alejandro Aravena.
Este le fue concedido por una simple pero genial solución que Aravena propuso para el problema de la vivienda social: no consistió en dejar al Estado entregar y diseñar todos los hogares. Por el contrario, la genial solución de Elemental fue asumir sus limitaciones: de conocimiento, de información y de recursos. Diseñó entonces la "mitad de una casa", de mejor calidad y flexibilidad, para que cada uno pudiese adecuarla a sus propias necesidades o las de la familia. Es decir, la razón implícita tras este premio radica en creer más en el mercado en lugar del Estado, en creer más en la humildad por un lado, y en la sensatez por el otro. Bastante diferente a lo acaecido con el diseño del Transantiago, donde primó la soberbia -al creer en la capacidad de conocer y diseñar todos los tiempos, preferencias y recorridos de los santiaguinos- y el disparate -al creer que los recursos eran infinitos-.
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