“Cyberspeech”
Como aficionado a los discursos, debo reconocer que si algo sabe hacer la izquierda son discursos. Lindas referencias literarias, invocaciones al pasado, con poesía incluida y un ritmo que transita con encanto desde la abstracción de la desigualdad, hasta referencias pormenorizadas a personas con nombre y apellido. Si la política solo fuera retórica, Boric y su equipo de escritores son insuperables.
Pero la política no supone solo inspirar, sino que también obliga a diagnosticar problemas reales (educación, salud, delincuencia y seguridad) o presuntos (deudas históricas) y mostrar que se cuenta con las ideas y los medios necesarios para solucionarlos.
Ahí es donde está la falla de Boric y su equipo: no saben qué hacer, y lo que proponen solo profundizará los problemas que ellos crearon.
Ahí es donde está la falla de Boric y su equipo: no saben qué hacer, y lo que proponen solo profundizará los problemas que ellos crearon.
En materia de educación, el resultado de las reformas y prácticas que ellos impulsaron e impusieron (prohibición de copago, gratuidad, apoyo a la violencia escolar, etcétera) ha trasuntado en cierres de colegios, pérdida de financiamiento, violencia desatada en los colegios emblemáticos y deterioro de la calidad. La que propuso en su discurso, perdonar el CAE, postergar la desmunicipalización, pagar la “deuda histórica” de profesores y terminar con la evaluación de profesores. Ninguna de esas medidas tiene relación alguna con los problemas de la educación chilena y solo obedecen a presiones de grupos de interés como el Colegio de Profesores y los deudores del CAE. Solo condonar el CAE cuesta 10 mil millones de dólares, que en vez de invertirse en educación preescolar, que es donde se juega el partido de la igualdad de oportunidades, se van a gastar en jóvenes egresados, y todo financiado por el IVA que paga la señora Juanita que no fue a la universidad.
El discurso, en una modalidad Cyberday, se preocupó de ofrecer perdonazos y beneficios a muchos chilenos, desde tierra para los indígenas, hasta viviendas y barrios nuevos para miles de chilenos, pasando por estabilizar el precio de la energía y mejorar las pensiones. Eso supuestamente se va a financiar con otra reforma tributaria (van como 20 alzas siempre con la misma promesa y el mismo resultado, menor crecimiento y más descontento), mientras al mismo tiempo los chilenos seguirán trabajando e invirtiendo para lograr el crecimiento inclusivo que promete. Me temo, queridos lectores, que nuevamente esto suena más a deseos que a verdades. La inversión cae como piano y la inflación sube como la espuma, la inseguridad jurídica y física tiene atemorizados a los emprendedores más valientes y el Presidente apoya un proyecto de Constitución que más que una casa para todos será un mausoleo para nuestro desarrollo. Sin derecho de propiedad, con impuestos altos, sin tribunales independientes y con huelgas indefinidas y no reguladas, no habrá desarrollo económico ni cumplimiento de promesas, ni en este ni en futuros gobiernos.
En el espacio de esta columna no me caben más contradicciones. En México le reclamaban a un candidato muy serio gritándole: “basta de promesas, queremos realidades”. Claramente el Presidente Boric no quiso arriesgarse a que le gritaran lo mismo y evitó elegantemente enfrentarse a la realidad.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.