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Reflexiones en torno a La Haya

Reflexiones en torno a La Haya

Como chilenos acudimos confiados a La Haya porque sentimos que el derecho internacional está de nuestro lado. Pero estamos al mismo tiempo preocupados porque se trata de un tribunal que prefiere soluciones “salomónicas”, lo que es nocivo cuando, como es el caso hoy de Bolivia, una parte exige territorios a sabiendas que no tiene nada que perder.

Quiero referirme al manejo público desplegado por Evo Morales este año. En rigor, al Mandatario lo subestimamos desde que supimos que era líder cocalero y supusimos que duraría lo que suelen durar los gobiernos altiplánicos. Pero Evo demuestra tener habilidades innatas de líder ya que, como confesó, no lee libros porque le aburren. Sin haber leído a Maquiavelo, Gracián ni a Sun Tsu, conoce al dedillo los torniquetes y lubricantes del poder. Que se haya mantenido tanto tiempo en el Palacio Quemado en un país gobernado por la elite blanca, indica que es un pragmático que aprovecha sus propias debilidades y domina el poder.

La Cancillería lo hace bien desde el punto de vista jurídico, pero el gobierno no logra proyectar lo que fue el fuerte de Michelle Bachelet para llegar a La Moneda: carisma, simpatía, emociones.

Pese a la simpleza de su pensamiento y oratoria, en la dimensión nacional e internacional alcanzó ciertos logros: pudo colocar a su país detrás de una campaña que, aunque demagógica e irresponsable, seduce a los suyos y los identifica con una causa marítima que demanda territorios chilenos. Contrasta el embanderamiento de Bolivia con la falta de mística nacional por nuestro lado. En Chile, para despertar interés por el tema ni siquiera recurrimos a los héroes de 1879 que, en las críticas circunstancias actuales, enseñan también mucho sobre probidad y sacrificio por el país. El patriotismo (no me refiero al nacionalismo, la xenofobia o al chauvinismo) no integra ya por desgracia el repertorio conceptual de los políticos.

Tampoco es un misterio que en la proyección pública internacional, Bolivia nos superó. Practicó una conducta desconcertante para el gobierno chileno. ¿La razón? Emplea a nivel mundial la lógica que la Nueva Mayoría emplea a nivel nacional: apela a las emociones, no a los datos; se erigió en un país indígena pobre y explotado por “los neocolonialistas blancos” e hijos de Pinochet, y exigió igualdad. Chile no supo responder en este nivel. La Cancillería lo hace bien desde el punto de vista jurídico, pero el gobierno no logra proyectar lo que fue el fuerte de Michelle Bachelet para llegar a La Moneda: carisma, simpatía, emociones. No, las emociones están con La Paz. A los chilenos, los bolivianos nos aplicaron la misma medicina que la Nueva Mayoría aplica en Chile. Bolivia armó el gran relato. Nosotros nos restringimos a los datos.

Supongo que nuestro rol en el ámbito de las emociones, nivel en que se conquistan los corazones de la opinión pública mundial, está determinado por una característica de la Nueva Mayoría: ella no está convencida de que Chile sea un buen país. Piensa que, aplicando sus radicales recetas de reformas profundas, Chile será un buen país. Con esa convicción cuesta conquistar entusiasmo internacional. A la Nueva Mayoría el asunto la pilló fuera de base y ritmo: mientras se anuncia a los cuatro vientos que hay que refundar Chile, cuesta defenderlo al mismo tiempo en el ámbito de las emociones, y se permanece por lo tanto sólo en el frío ámbito del derecho o los datos. Pero la imagen de un país y sus causas es mucho más que eso.

Un ejemplo gráfico lo aporta el partido comunista: Guillermo Teillier se sumó a la delegación chilena a La Haya, pero al mismo tiempo la Brigada Ramona Parra, vinculada estrecha e históricamente con ese partido, pinta en La Haya un mural de apoyo a la demanda de Bolivia. Es una deslealtad con Chile y su gobierno que exige explicación. Es un doble discurso que afecta nuestros intereses y nutre más la desconfianza de los ciudadanos en la clase política.

Otro elemento que nos afecta: nuestra soledad en la región. Los países bolivarianos, con los cuales simpatiza el ala radical de la Nueva Mayoría, no están con nosotros, no quieren a Chile por lo mismo por lo que la Nueva Mayoría desea construir otro país. Los líderes de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Argentina y Ecuador nos miran con ojos críticos. Hemos sido un país celebrado por éxitos que ponen en evidencia sus fracasos, y quisieran verlo desmontado. Por eso respaldan a Bolivia, que representa el discurso del subalterno indígena, explotado y abusado, seguidor de la causa del fracasado socialismo del siglo XXI, que se enfrenta al sistema “heredado de Pinochet”. Para los bolivarianos la Nueva Mayoría disfrutará de carta blanca sólo cuando haya enterrado al “sistema neoliberal chileno”.

Como chilenos nos queda apoyar decididamente al gobierno, a su delegación en el tribunal, subrayar la vigencia de los tratados internacionales para preservar la paz y aprovechar esta causa de relativa unidad nacional para reflexionar sobre la polarización del país, elaborar vías consensuadas hacia el futuro y brindar un impulso efectivo a las zonas extremas. Y corresponde prepararnos para enfrentar con más éxito la ofensiva política boliviana que no cesará ni con un mal resultado para La Paz en La Haya.

Fuente: El Libero

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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