El delirio institucional del feminismo de género
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Publicado en El Líbero, 23.08.2016Hay fines de semana que son más intensos e intelectualmente más estimulantes que otros. El recién pasado fue uno de ellos. ¿La razón? Varias, en verdad, pero muestran un denominador común: se escapan de la rutina que suele agobiarnos y nos enseñan a ver, pensar y sentir de forma no convencional.
Comienzo con la serie policial inglesa River, que me recomendó un abogado amante de la cultura. Desde el primero de sus seis capítulos uno siente su poder seductor. Trata de John River, un viejo policía de origen sueco, que trabaja en Londres y tiene la capacidad de hablar con los muertos de las causas que investiga. Es decir, ellos se convierten en sus “amigos secretos”, y lo ayudan a reflexionar sobre la investigación, la sociedad, la moral y el papel de los policías.
La notable serie de la BBC fue escrita por Abi Morgan, y los protagonistas centrales son Stellan Skarsgård, Nicola Walker y Adeel Akhtar. Es un must. No tiene nada que ver con series como CSI, donde casi todos los policías son bellos, atléticos y superficiales, hablan del mismo modo y emplean tecnología de punta y en escenarios deslumbrantes. No, en River campea la realidad, una realidad agobiante: los policías llevan vidas deprimentes, los delincuentes son víctimas de un mundo que los condena a delinquir y Londres ya no es el de los setenta, cuando Europa occidental prosperaba a pasos agigantados y parecía que su único límite era el cielo.
River enseña a ver a Europa occidental con otros ojos. Su tono nos recuerda a ratos la atmósfera opresiva de Niños del hombre, de Alfonso Cuarón, y nos aproxima en alguna medida a la serie de Wallander, el policía del sueco Henning Mankell, y a los comics negros españoles. Aún no la termino, pero es una de esas series que marcan época, cambian paradigmas y dejan por varios días en el espectador la sensación de haber vivido o estar viviendo su trama en la vida real.
Y de pronto, mientras reflexionaba sobre esa serie, llegó hasta mis manos un ensayo que me atrapó también de golpe: Nos fuimos quedando en silencio, de Daniel Mansuy, que es un intento honesto y profundo por entender qué pasa en Chile en términos políticos. Mansuy hace una aseveración elemental y acertadísima: sabemos que atravesamos una crisis pero aún no logramos comprenderla. Y cuando dice “nosotros”, se refiere a una derecha y a una izquierda que no logran interpretarla. A partir de esa convicción socrática inicia un largo y exhaustivo viaje por la historia reciente de Chile, por el período previo a Allende, por la Unidad Popular, el surgimiento de la dictadura, la transición y la etapa actual, en donde la ciudadanía plantea su malestar, su desazón, sus frustraciones, sus demandas contradictorias y su desconfianza hacia todo y todos.
Mansuy, que nació en 1978, sostiene que, aunque queramos dejar atrás el 11 de setiembre de 1973, “cuarenta años más tarde la política todavía se estructura en torno a ese momento”. Agrega que todo sugiere que las fuerzas armadas de entonces no estaban preparadas para asumir la conducción del país, y que su decisión de iniciar una “revolución” económica y mantenerse en el poder es posterior, y se nutre de las razones que expone Jaime Guzmán, a la sazón de 27 años.
Lo crucial del libro de Mansuy, que leo en la medida en que también avanzo conRiver, es que sólo comprenderemos lo que sucede en Chile si aceptamos que el esfuerzo “pasa por tomarse en serio aquellos conceptos que han dominado la discusión”: la demonización del lucro, la crítica del “modelo”, la desconfianza en las instituciones políticas, económicas y religiosas, fenómenos que comienzan a darse a partir de 2011. Eludir estos factores no permite dar una respuesta acertada y efectiva a la crisis. Mansuy, al igual que recientes obras de Axel Kaiser, se propone brindar claves para comprender la crisis chilena, déficit que no sólo sufre la derecha.
El libro de Daniel Mansuy es con respecto a Chile como la serie River con respecto a Inglaterra: nos obliga a mirar la realidad a los ojos, a captar las influencias y factores, las críticas, los consensos y silencios que conformaron el presente, y llama a rechazar versiones edulcoradas o interpretaciones maniqueas de la realidad. Creo que el politólogo, doctorado en la Universidad de Rennes, da en el clavo cuando atribuye parte de la debilidad del “modelo” al silencio que, a partir de 1990, guardaron gobierno y oposición respecto al origen de este y a su administración en democracia. Los silencios de que habla Mansuy nos recuerdan el silencio que criticaron los jóvenes alemanes de la década de 1960 a las generaciones que, tras la Segunda Guerra Mundial, condujeron y posibilitaron la exitosa reconstrucción de Alemania occidental, el legendario “milagro económico alemán”.
Nos fuimos quedando en silencio y River se refieren a dimensiones diferentes de la vida y a mundos diferentes, pero ambos son valiosos intentos por explorar y desmitificar aquello que examinan y proyectan.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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