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¿Año cataclísmico? Publicado en El Diario Financiero, 20.01.2016

¿Año cataclísmico?

imagen autor Autor: Axel Kaiser
Una reciente nota del Royal Bank of Scotland (RBS) sostiene de manera alarmante que 2016 será "un año cataclísmico", recomendando a sus clientes "vender todo salvo bonos de alta calidad" y agregando que "los inversionistas deberían tener miedo". Sin duda la predicción del RBS puede terminar siendo efectiva. La crisis financiera de 2008 fue el resultado de un desatado intervencionismo estatal en los mercados inmobiliarios y financieros.
 
La peor fue la de la Reserva Federal, que con sus tasas de interés artificialmente bajas, infló la burbuja inmobiliaria y bursátil que habría de reventar después. Este punto debe analizarse de mejor manera para entender por qué, como advirtió también George Soros, una nueva crisis financiera mundial podría desencadenarse este año. Las tasas de interés son precios que indican una relación entre el valor del consumo presente y el del consumo futuro.
 
Cuando las personas deciden ahorrar por privilegiar el consumo futuro más que el presente, estas bajan, pues hay mayor cantidad de recursos disponibles. Al revés, cuando hay pocos ahorros porque el consumo presente es muy alto estas suben indicando que no hay demasiados recursos disponibles y por tanto las inversiones de mediano y largo plazo no son rentables. De este modo, en un mercado libre las preferencias temporales de consumidores y ahorrantes son coordinadas mediante la tasa de interés.
 
El problema está en que no existe un mercado realmente libre en materia de tasas de interés. Los bancos centrales del mundo las manipulan permanentemente bajo la ilusión keynesiana de que la prosperidad puede acelerarse con una fijación adecuada del precio del crédito. En general, para acelerar la economía, los bancos centrales bajan las tasas de modo de estimular la inversión y el consumo.
 
El problema es que, como no pueden saber realmente cuánto debería ser el precio del crédito, entonces la tasa siempre será diferente a la que el mercado determinaría. Como consecuencia, el precio que representa la tasa de interés otorga información falsa a los actores económicos, quienes se embarcan en proyectos de inversión o expansiones de gasto insostenibles a la luz de los recursos reales de la economía.
 
Aunque la ilusión es placentera, la distorsión en la estructura de la producción termina por revelarse en algún minuto. Y entonces viene el crash, que debe ser necesariamente deflacionario, pues, debido a la incapacidad de pagar los créditos, se destruye gran parte de la liquidez creada artificialmente. La depresión consecuente corrige las distorsiones creadas por los excesos de expansión de crédito redirigiendo los recursos a aquellas áreas de la economía en que son más necesarios.
 
Eso ocurrió luego de la crisis de 2008. Pero en lugar de dejar que la recesión hiciera el trabajo de limpieza que debe hacer, nuevamente los bancos centrales y gobiernos salieron a intervenir. Como resultado, el mundo actual es uno de burbujas producto de la expansión coordinada de liquidez sin precedentes en la historia humana que se ha realizado. Hoy está reventando la burbuja que los chinos crearon tras años de manipulación de su moneda y expansión artificial del crédito interno, pero no hay dudas de que existen burbujas en todo el planeta y es cosa de tiempo para que revienten. Ludwig von Mises y Friedrich Hayek advirtieron hace mucho que el socialismo fracasaba por la pretensión de conocimiento de los planificadores, quienes creían que podían prescindir de los precios de mercado para lograr la prosperidad.
 
Ambos también dijeron que las tasas de interés eran un precio que debía determinarse por las leyes de la oferta y demanda y que la intervención de bancos centrales llevaría a desastrosas consecuencias. Lo cierto es que los bancos centrales y la ciencia económica moderna viven, como los planificadores de antaño, en la fantasía de que pueden manipular un precio tan sensible como la tasa de interés sin generar estragos. Es de esperar que luego de lo que se está viendo se reconozca de una vez que si el mercado funciona mejor que la planificación en coordinar la economía de los servicios y bienes de todo tipo, también lo hace mejor que ella en el mercado del crédito y sus relacionados.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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