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Un grandioso fracaso Publicado en El Diario Financiero, 16.02.2016

Un grandioso fracaso

imagen autor Autor: Axel Kaiser
Si usted cree que los políticos chilenos son especialmente ineptos y tramposos, piense de nuevo porque los europeos han probado ser mucho peores. En algo más de una década han logrado poner a la Unión Europea en una aguda crisis política, económica y social mientras engañaban sistemáticamente a sus poblaciones con cuentos sobre lo fantástica que era la unión y lo maravilloso que era el euro.
 
La verdad de las cosas es que la UE, que surgió como un área de libre comercio con el fin de mantener la paz entre Francia y Alemania, ha degenerado hoy en un perverso juego por centralizar el poder y disminuir el control que los ciudadanos tienen sobre su destino. "La UE se trata de poder", dijo Tony Blair hace un tiempo. Como ha explicado Phillip Bagus, no era esta la visión de los padres fundadores de la UE, Adenauer (Alemania), Schuman (Francia) y Gasperi (Italia). Ellos querían una Europa siguiendo líneas liberales clásicas en que los estados eran todos soberanos y debían proteger esencialmente la libertad de los individuos poniendo un gran énfasis en el mercado. Todo ello quedó claramente establecido en el tratado de Roma de 1957. Pero había otra visión, la socialista, encarnada en Jacques Delors y Frangois Mitterrand, que pretendía hacer de la UE un super estado proteccionista, intervencionista y centralizado manejado tecnocráticamente. Esta es la visión que ha prevalecido gradualmente para gran pesar de los ciudadanos europeos que hoy no tienen posibilidades reales de incidir en lo que ocurre en Bruselas.
 
Para que se haga una idea, la Comisión Europea, que equivale al ejecutivo, no es elegida por voto popular sino por los estados miembros de acuerdo a los lobbies de turno. Tampoco fue preguntado un solo europeo sobre el euro, el que se impuso por los grupos políticos a sus poblaciones luego de un intenso lobby de grandes intereses económicos. Solo Suecia y Dinamarca tuvieron referéndums y en ambos países se rechazó la moneda común en contra de lo que querían las élites industriales, sindicales y parte de las élites políticas.
 
La constitución europea es otro ejemplo del espíritu antidemocrático del proyecto europeo. Esta fue rechazada en referéndums en Francia y Holanda, pero los políticos le cambiaron el nombre y la aprobaron en la forma del tratado de Lisboa en 2007. Peor todavía han sido las cientos de violaciones que los políticos del viejo continente han hecho de los mismos tratados que ellos firmaron. Normas de no rescate a países en crisis, la prohibición de financiamiento fiscal mediante política monetaria y límites al endeudamiento público son algunas de las reglas quebradas múltiples veces. Tal vez el más grotesco atropello vino de Angela Merkel, que dejó de un plumazo sin efecto el acuerdo de Dublín diciendo básicamente que cualquier persona podía ir a Alemania y recibir beneficios. El desastre generado por la canciller es de tal envergadura que no solo ha llevado a varios países a cerrar sus fronteras, sino también a que el 40% de los alemanes crea que debe renunciar.
 
Mientras tanto, la criminalidad en Europa aumenta de manera alarmante debido a que miles de delincuentes entran sin control alguno y a que otros miles de hombres jóvenes, cuya cultura desprecia a las mujeres, las asaltan sexualmente todos los días en las calles de Europa. Además, la amenaza terrorista se ha incrementando dramáticamente porque, como era predecible, partidarios del Estado Islámico también han ingresado entre los migrantes.
 
En pocas palabras, como ha dicho George Soros, Europa se encuentra al borde del colapso. Sus élites políticas, desconectadas de la realidad entre palacios, seguridad personal y un lujo más bien propio de los monarcas antiguos, la están conduciendo, por tercera vez en el lapso de un siglo, a un desastre mayor. No será una guerra, pero si un deterioro agudo y tal vez irreversible de su calidad de vida, de su cultura y de sus libertades.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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