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Un Estado dipsómano Publicado en El Mercurio, 04.03.2023

Un Estado dipsómano

En 1924, el gobierno laborista inglés decidió que, para unir al Imperio británico, se debía construir un dirigible para pasajeros - un « zeppelin»- capaz de cruzar los Océanos (proyectos R100 y R101). Los especialistas le recomendaron al gobierno que lo hiciera con empresas privadas. Pero siendo socialista, éste quizo hacerlo con el Estado. Ante la presión, los hizo competir y le asignó simultáneamente el diseño y construcción de la aeronave a la empresa Vickers y al Ministerio del Aire. Como era previsible, el privado estuvo listo a tiempo, dentro de presupuesto, y el año 1930 realizó un exitoso vuelo de ida y vuelta a Canadá. El estatal quedó mal hecho, salió más caro y hubo que apurar su entrega. En su vuelo inaugural a la India capotó en el norte de Francia, muriendo 48 de sus 54 pasajeros, incluyendo al propio Ministro del aire.

Resulta imposible ignorar la evidencia en contra del Estado haciendo lo que pueden hacer los privados mejor, más rápido y más barato. El Estado educa, atiende en salud y combate incendios peor que los privados. El Estado del año 73 representaba el 75% de la economía. Tenía de todo: hoteles, azucareras, minas, constructora, telefónicas, electricidad y funcionaban pésimo.  Ahí estaba el origen de nuestra pobreza, de la inflación, del endeudamiento externo, de la falta de inversión y un largo etcétera. Y ahora quieren repetir los errores. Los activos estatales como son de todos nadie los cuida. Los monopolios funcionan mal y los estatales peor. Sin embargo, nuestras autoridades parecen inmunes a la evidencia y ahora quieren subir impuestos, aumentar la burocracia, crear empresas, destruir la salud privada y administrar pensiones.

El Estado es un mal asignador y un mal gastador de recursos. Le sobra al menos un 20% de funcionarios y ni un político ni un funcionario será buen empresario estatal. En general compran caro o compran mal. Cuando un proyecto fracasa, le aumentan el presupuesto en vez de cerrarlo y les preocupa más el procedimiento que el resultado (doña Irací cree que 3 tasaciones pueden lavar un fraude); Jadue crea una farmacia que quiebra y no asume ningún costo; y Jackson cree que con un gorro rosado y marketing puede armar una distribuidora de gas (que no anduvo ni en Chiguayante como le advirtió Enap). Esto hace que, comparado con el privado, el gasto fiscal sea tan ineficiente, como comprobó con su vida el ministro inglés.

«Subir impuestos es como darle alcohol a un dipsómano. No soluciona ningún problema, pospone la imprescindible racionalización del Estado y profundiza la crisis de innovación y crecimiento que han generado las malas políticas públicas y el Estado hipertrofiado».

Chile tiene un problema de crecimiento y de falta de innovación. Sus causas son la mala política y la hipertrofia del Estado. Éste ha multiplicado su tamaño por 10 pero no mejora. Ahora de nuevo quiere subir impuestos. Con eso podrá seguir gastando en «arte» pornográfico, contratando asesores para el gabinete Karamanos o para el subsecretario Eidelstein (PC), o creando la subsecretaría LGBTI+. Nuestra vida independiente partió con 5 ministerios y hoy tenemos 23 (Estados Unidos tiene 15). ¿Para que tenemos el INDH si tenemos Poder Judicial, CDE, Fiscalía y Ministerio de Justicia? ¿O Defensoría de la niñez si tenemos Mejor Niñez y el INJUV? El Ministerio de Economía se sobrepone con los sectoriales (Minería, Agricultura, Energía, etc…). Lo mismo con los de Ciencia y Cultura y Educación. Todas debieran ser subsecretarías dentro de Economía o Educación. De esa manera suprimiríamos la burocracia que genera un ministerio. Qué decir del Congreso que tiene 155 diputados en que cada uno cuesta el doble que un ministro y 50 senadores que cuestan el triple. Usted paga impuestos por trabajar, comprar, vender, arrendar, prestar, regalar, heredar, circular, rentar y ahora quieren cobrarle además por ahorrar. Si el gobierno cobrara el Transantiago, terminara con las licencias médicas truchas, descontinuara programas sociales mal evaluados y no hubiera objetado las licitaciones del litio que ahora promueve, se haría innecesaria la reforma tributaria. Pero prefiere cobrarles más a los formales que hacer la pega y perseguir a los informales.

Subir impuestos es como darle alcohol a un dipsómano. No soluciona ningún problema, pospone la imprescindible racionalización del Estado y profundiza la crisis de innovación y crecimiento que han generado las malas políticas públicas y el Estado hipertrofiado. Es el exceso de Estado y no su falta lo que estancó a Chile y causó el estallido. Seguimos yendo por el mismo camino. El proyecto Chilezuela como un todo murió con el plebiscito, pero el gobierno lo quiere reponer por partes y piezas. Es hora de decirles que no.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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