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Jornada laboral: viva el dolce far niente Publicado en El Mercurio, 08.04.2017

Jornada laboral: viva el dolce far niente

El padre fundador de los Estados Unidos, Benjamín Franklin, enseñaba que la flojera avanzaba tan lenta en la vida, que normalmente era sobrepasada por la pobreza.

Una honorable diputada del Partido Comunista ha propuesto bajar la jornada laboral semanal a 40 horas. Esto ha concitado el apoyo de varios diputados, e incluso de algunos ministros.

No es raro que el Partido Comunista atente contra los intereses de su país. Para una ideología que no cree en las fronteras entre países y que busca la hermandad internacional resulta obvio conspirar en contra de los intereses y el desarrollo de su propio país. Una de las causas de la humillación francesa en la Segunda Guerra Mundial fue precisamente la oposición de los sindicatos liderados por los comunistas a aumentar la jornada laboral francesa antes de la guerra para incrementar la producción de armas. Como Hitler había acordado con Stalin un pacto de no agresión, a los comunistas franceses les pareció obvio hacer su contribución en favor de Alemania negándose a trabajar más por la defensa de su patria.

Extraña, sin embargo, la posición de la ministra del Trabajo. Ese ministerio debiera promover la creación de empleo, el alza de remuneraciones, la capacitación e inversión en capital humano, el mejoramiento de las pensiones, pero parece que todo lo que hace conspira contra esos intereses. Cuando la productividad en el país cae, los empleos formales caen y las pensiones necesitan más ahorro. En fin, cuando tenemos que trabajar más, y no menos, ese ministerio aplaude iniciativas que apuntan en sentido contrario a lo que necesita Chile.

Confieso que si yo fuera ministro de Hacienda, ya estaría frustrado. Su posición es la de tratar de mantener a flote un barco en que todos los demás tripulantes se mueven de lado a lado y le tiran agua adentro.

La propuesta de jornada laboral viene sazonada, además, con la prohibición de bajar sueldos. Los chilenos trabajaremos un 10% menos que antes, pero ganaremos lo mismo. Es realmente una maravilla de propuesta. ¿Cómo no se nos había ocurrido antes? La fórmula del ministro del Interior se resume así: a menor trabajo, mayor productividad. Esta se suma a las demás contribuciones a la economía moderna de este gobierno, como en materia impositiva, donde se defendió que subir 40% el impuesto a las empresas no afectaría la inversión ni el crecimiento, o que la gratuidad universitaria no afectaría la calidad de la educación.

 

"...queremos tener todos los privilegios de un país rico cuando todavía somos pobres."

Yo siempre pensaba que la inteligencia y sentido común se repartía más o menos equilibradamente entre derecha, centro e izquierda, pero estoy empezando a dudar de eso. Como que se está produciendo una concentración de cerebros en este gobierno que no habíamos visto antes.

Toda esta discusión me ha hecho repensar la conveniencia de nuestra pertenencia a la OCDE. Estar en un club de millonarios cuando uno es pobre puede no ser una buena idea. Me recuerda a Groucho Marx cuando decía que él "jamás pertenecería a un club que lo aceptara como miembro". Los países desarrollados de la OCDE tienen un nivel de educación de su gente que les permite trabajar poco porque son muy productivos. Esos niveles de trabajo los tienen cuando alcanzan una riqueza de al menos el doble de la chilena. Nosotros, sin embargo, queremos tener todos los privilegios de un país rico cuando todavía somos pobres.

Esto no es nuevo como contribución del comunismo a la historia de la estupidez humana. El comunismo buscando una sociedad más feliz y libre siempre que ha tomado el gobierno ha desarrollado una máquina de destrucción de la libertad y prosperidad de sus pueblos. Con las mejores intenciones logran siempre los peores resultados. El problema es que deben ser el único ser vivo que no aprende de sus errores.

Esperemos que esta propuesta no pase de ser una anécdota más en la ya larga lista de desaciertos de este gobierno, en que sus contribuciones no han hecho otra cosa que hacernos a todos más pobres y a nadie más feliz.

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Las opiniones expresadas en la presente columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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