Disfraz de jesuita
Felipe Berríos apareció de nuevo hablando, aunque esta vez no para basurear a personas o universidades que no fuesen jesuitas. Habló del escándalo de Renato Poblete y del poder. Uno pensaría que estaba hablando de jerarquías o la confesión, pero no, se refería a otra cosa. Dijo, literalmente, que había una ‘convivencia malsana con el poder que nos tiene que hacer pensar mucho; al poder que tenía Renato en las redes, en sus contactos; el poder en las altas esferas socioeconómicas, el poder del dinero, lo lleva a abusar’. Lo que estaba insinuando brotaba así, promiscua y confusamente. Según él, esto no tendría nada que ver con los jesuitas, el sacerdocio o el ser humano, sino que con los poderosos. Juntarse con esa gente ‘te va deformando, es malsano’, dijo. Así, literal. Poblete habría sido entonces un abusador por la metamorfosis mental que le causaron los ricos. No siguió porque la periodista de T13 Carolina Urrejola le paró los carros.
Después se desmarcó casi completamente de Poblete. Nunca trabajé con él, reveló. Pero terminó diciendo una frase genial: Poblete ‘se había disfrazado de jesuita’. ¿Qué significa eso? ¿Acaso se disfrazó de ‘bueno’? Para la mayoría de los jesuitas, y para Berríos, ser jesuita es sinónimo de bondad. Ellos son más buenos que el resto. Qué decir si los comparas con su competencia, el Opus Dei, legionarios o salesianos.
A mí me tocó crecer junto al Techo para Chile, la institución creada para recuperar la influencia en los jóvenes de la élite, antes perdida, como explica Óscar Contardo en su libro ‘Rebaño’. Ahí, en ‘el Techo’, sus miembros eran inoculados con esta misma superioridad moral que transmite el señor Berríos, su fundador. Para ellos, ir a tomar copete, coordinar subsidios, construir mediaguas y tocar guitarra significaba ser buena persona. Los que no iban no se preocupaban por los pobres ni entendían la sociedad, eran la escoria. Así, los jóvenes Techo, tan simplones y poco libres como sus idénticas barbas y poleras, creían que eran iluminados por el turismo social y ‘Felipe’. Un gran resumen del carácter jesuita descrito por Vicente Huidobro: ‘Sed de mando, y afán de ser consultados para pontificar y darse humos de sabios’. Había que ir ‘al Techo’, aunque después te fueras a Quiñenco.
“Personas como el señor Berríos todavía no entienden que ser jesuita no es sinónimo de bondad”