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Clint Eastwood y Chávez Publicado en La Segunda, 20.02.2019

Clint Eastwood y Chávez

Ir a ver la nueva película de Clint Eastwood, «La Mula», en este caluroso verano —donde uno de los malditos temas ha sido Venezuela—, me hizo esperar otra de sus películas libertarias en las que critica los abusos del Estado. «La Mula» es una película política, pero diferente: muestra la obsolescencia de los viejos —él mismo— y sus angustias respecto de sus pasados y del mundo cambiante. Recordé también su conversación con la taquillera Ellen DeGeneres hace unos años. Ella, en su talk-show, le preguntó a Eastwood qué era eso de ser libertario. Él respondió: «Dejar vivir a cada uno en paz, creer en la responsabilidad fiscal y en que el Estado se debe mantener alejado de la vida privada de las personas».

La cuestión venezolana —que siempre he encontrado fome, por evidente— está a punto de explotar. Hace ya trece años, en 2006, estaba de intercambio en Melbourne y me encontré con una tropa de hipsters manifestándose. Estaban frente del edificio en el que Los Beatles se sacaron esa famosa foto en un balcón, con Paul asomándose con un boomerang. Ahí mismo, abajo, mis compañeros celebraban el proceso bolivariano con pancartas y pitos —como el que Chávez había usado en 2002 para despedir a los directores de PDVSA por televisión, en vivo, porque justo era la época del Mundial de Fútbol—. Me acerqué y les pregunté qué les parecía que Chávez hubiese gobernado por decreto un año completo, y por la situación de PDVSA, empresa que me había tocado analizar en una deprimente práctica profesional. No sabían de qué cresta les estaba hablando, obvio. Me llenaron de gritos en inglés sobre imperialismo, multinacionales y el documental verde de Al Gore (ni siquiera alguno de Michael Moore). Iba a preguntar por los pájaros del Orinoco, pero me dio lata.

¿Qué dirán hoy día esos antiguos compañeros? Lo mismo que dijo Eric Hobsbawm acerca de la URSS, y lo mismo que lo que nos repetía en Londres, clase a clase, Alex Callinicos, una especie de rockstar del marxismo internacional: «Eso no es, ni fue, verdadero socialismo». Acá están diciendo lo mismo. ¿Qué le pasa a esta gente? Fue Chávez (y no Maduro) el que controló precios, introdujo cuotas y nacionalizó lo que pudo. Expropió todo lo que consideraba «estratégico», más de 1.200 compañías (entre ellas varias empresas de alimentos, empezando a desabastecer hasta hoy, que ya no hay comida), y cerró canales de televisión para reemplazarlos por señales estatales que desinformaban —con Dudamel dirigiendo el concierto inaugural—. Hizo todo por controlar al pueblo, los humanos. Nunca, ni un solo país libre ha denigrado más a las personas que los que han derivado del socialismo. Los países que abrazan las ideas de Eastwood pueden tener problemas, pero ninguno, en el más mínimo grado, se ha acercado siquiera al nivel de estos otros en degradación humana. El tema da lata, pero el delirio no para.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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