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¿Boric social demócrata? Publicado en El Mercurio, 12.11.2021

¿Boric social demócrata?

imagen autor Autor: Axel Kaiser

Se ha intentado argumentar por quienes apoyan a Gabriel Boric de cara a la segunda vuelta presidencial que este enarbolaría los valores de la social democracia europea. Incluso un análisis superficial, sin embargo, permite concluir algo distinto. El concepto moderno de social democracia, como es sabido, tuvo su desarrollo teórico más reconocido con la obra de Anthony Giddens, 'La tercera vía: la renovación de la socialdemocracia'. En ese trabajo, Giddens afirmó que, si bien el Estado debía jugar un rol central en contener las fuerzas centrífugas del capitalismo, no existía una alternativa a una 'economía dinámica de mercado'. Esto y los cambios tecnológicos implicaban, según Giddens, que la izquierda debía modernizarse y permitir espacios de mayor flexibilidad para empleados y empresas. Para representantes de esta visión, la meritocracia y la igualdad de oportunidades era el fin y no la igualdad de resultados. Abrazaban una visión pragmática y no ideológica, donde la voz de los técnicos era oída y seguida. Por eso mismo, no temieron en proponer reformas liberales al Estado benefactor cuando estas eran necesarias.

El mismo Giddens, que rechazaba categóricamente el 'socialismo de Estado', aceptaba, por ejemplo, que los subsidios al desempleo podían generar incentivos perversos que debían corregirse e insistía que no podía haber derechos sin responsabilidades. Conocidos representantes de esta visión social demócrata fueron Tony Blair, Bill Clinton y Gerhard Schröder. A pesar de atribuir un rol central al Estado, todos ellos reconocían sin ningún complejo que el mercado era un motor esencial del progreso humano.

Tony Blair llegaría a decir en 2009 que él proponía un 'nuevo capitalismo' que no se centrara en la redistribución de riqueza como fin último, sino en la creación de capacidades. Clinton en 1992 diría que 'la tercera vía está a favor del crecimiento, del espíritu empresarial, la creación de empresas y la creación de riqueza', añadiendo que el Estado debía jugar un rol importante en la justicia social. Aplicando esta visión, Clinton terminó siendo un gobernante razonable que, incluso, anotó años de superávit fiscal. Blair, si bien subió impuestos, no tuvo problemas en terminar con la universidad gratuita en Inglaterra, reducir la asistencia social e introducir elementos de mercado en salud, entre otras reformas que le valieron ser acusado de 'thatcheriano'. Schröder redujo también dramáticamente el tamaño del Estado benefactor alemán con su famosa 'agenda 2010'. Sus reformas incluyeron la flexibilización del mercado laboral haciendo más fácil el despido, recortes a subsidios al desempleo, incrementos en el pago de los usuarios de servicios sociales y bajas de impuestos a los ingresos.

Nada de todo esto es siquiera imaginable en Boric. Su retórica ha sido siempre una de lucha de clases y de estatismo desenfrenado y jamás se le ha visto una línea pro mercado, pro empresas y pro reducción del Estado cuando se justifica. Su ideología es un socialismo anticapitalista que coquetea con el populismo revolucionario típico de la izquierda latinoamericana. ¿No ha sido acaso él quien ha denunciado a otro gran ejemplo de social democracia, la Concertación, por haber supuestamente traicionado a Chile abrazando el 'neoliberalismo' por 30 años?

Curioso caso el de un social demócrata que trata de traidores a otros socialdemócratas por aplicar social democracia. Pero en Europa no se ven tampoco líderes socialdemócratas elogiando a Nicolás Maduro como si ha hecho Boric, ni pactando con partidos políticos comunistas que defienden abiertamente las dictaduras de Corea del Norte, Nicaragua, Venezuela y Cuba. Boric, en cambio, si pacta con el PC chileno que hace todo eso y que será probablemente quien domine su gobierno. Menos aún se conocen líderes social demócratas europeos que justifiquen el terrorismo, la delincuencia y vandalismo, que quieran indultar criminales, celebren el asesinato de senadores en plena democracia, que busquen derrocar de manera espuria a presidentes democráticamente electos, etc.

La centroizquierda, en su descomposición oligárquica, podrá contarse a sí misma la historia que quiera para apoyar a quienes los han humillado y maltratado por años. Lo que no puede es pretender que se crea el engaño de que su candidato es social demócrata cuando todo su proyecto político y trayectoria se ha basado en el rechazo y desprecio explícito de lo que son los valores esenciales de la social democracia moderna.

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Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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