Occidente y el boicot cultural
Un frenesí antirruso se ha extendido por Occidente tras la invasión de Vladimir Putin a Ucrania.
Consejera del Consejo Directivo de la Fundación para el Progreso. Senior Fellow FPP. PhD en Administración de Negocios (ESEADE); Master en Economía y Ciencia Política (ESEADE, Medalla de Oro); Master en Políticas Públicas (George Mason University); Abogado (Universidad Nacional de Cuyo). Consultora BM y BID para LAC en desarrollo del sector privado y gestión del sector público, docente Universidad de Buenos Aires, columnista El Libero (Chile) y Revista Noticias (Argentina), panelista Radio Agricultura Programa La Mirada Líbero (Chile).
Un frenesí antirruso se ha extendido por Occidente tras la invasión de Vladimir Putin a Ucrania.
Era de esperar que los representantes de las formaciones políticas condenasen la agresión cometida al presidente de Chile cuando una mujer vació una botella de agua sobre su cabeza al grito de “el peor”, en la conmemoración de los dos años del primer caso de Covid en el país -aunque hubo también silencio de muchos sectores del nuevo gobierno, incluido el próximo mandatario.
Desafortunadamente, quienes comparten la visión de Boric expresada en ese poema siguen desconociendo la evidencia que muestra la inviabilidad de adoptar políticas que no se adapten a esa naturaleza humana, como es la búsqueda de la igualdad entre individuos.
Impuestos altos suponen menos crecimiento y, lo que es más importante, menos libertad.
En su momento de mayor necesidad, las mujeres afganas no pueden acudir a las feministas en busca de apoyo.
Lo que se pretende de la Constitución hoy, entonces, no es la limitación del poder, sino una gran carta poder que no quita sino que amplía el derecho intrusivo de la oligarquía político-burocrática en la vida de las personas.
Muchos políticos y chinos que sólo ven la televisión estatal creen que esta situación viene a acomodar las cosas después de casi dos siglos de supuesta subyugación a las potencias extranjeras, y que China estaría destinada a dominar el siglo XXI a medida que Estados Unidos retroceda en medio de su caos democrático y declive cultural.
El hecho de que Gran Bretaña haya seguido su propio camino con las vacunas Covid, libre de las disputas internas y las ineficiencias de la UE, ha demostrado que los votantes tomaron la decisión correcta hace cinco años.
Resulta esencial comprender que el confinamiento indiscriminado ha sido una decisión producto de la ignorancia del momento y del pánico político.
Puesto que los comunistas no reconocen límites morales o legales a su voluntad de mantenerse en el poder a toda costa, ‘lo único necesario para que el mal triunfe es que los hombres buenos no hagan nada’.
Elecciones pasadas han comprobado que, sin remilgos, ni centrismos, la derecha termina conectando con los votantes, y es más honesto confrontar el mensaje de la izquierda.
Se acerca el momento de decidir si se prefiere un país con libertad, sensatez política y económica, o uno arruinado por el engaño del autoritarismo y del populismo.
Lo que nos convierte en una sociedad libre es que, aunque el Estado tiene vastos poderes, existen límites convencionales sobre lo que puede hacer con ellos.
Ya se sabe, mientras más distancia existe entre la persona que emite el voto y la urna, mayor la probabilidad de fraude.
Nos movemos en un mundo en el que no solo se sospecha de todo menos del poder político, sino que, además, se recurre a él como panacea cuando la historia muestra hasta el cansancio el error de tal conducta.
La enseñanza de Davos es que el totalitarismo sigue vivo y que cada vez hay más personas ingenuas, con segundas intenciones e idiotas dispuestas a imponérnoslo.
No se puede dar luz verde implícita a disturbios durante semanas para luego condenar la locura del Capitolio y esperar que lo tomen en serio.
La sociedad tiene una capacidad y un poder propios para lograr resultados similares a los del confinamiento sin introducir el riesgo de que el poder de gobierno sea utilizado y abusado con fines políticos.
La derecha política, exceptuando algunas opciones marginales, a falta de narrativa propia y a fuerza de asumir los valores del progresismo, no tiene capacidad institucional de torcer la cosmogonía socialista.
Su maleabilidad política con carisma de alto voltaje e instinto político asesino la colocan a la vanguardia de la nueva camada de fiscales generales.