Definitivamente, en estos años nos “igualamos” a la media de la región en materia de inseguridad pública y ya vivimos el mismo ambiente de temor, impotencia y frustración que casi todos nuestros vecinos. Se discute mucho sobre las causas de todo esto en Chile y sobre cómo combatir la delincuencia, pero lo cierto es que el país empeoró de forma dramática en esta materia y esto constituye un reto gigantesco y decisivo para el próximo gobierno.
En un país democrático como el nuestro, su presidenta/e tiene derecho a celebrar a dictadores, pero sus ciudadanos también tienen derecho a criticar su doble estándar: Bachelet condena (con razón) a una dictadura de derecha que duró 17 años, pero se emociona con una tiranía totalitaria de izquierda que se acerca a los seis decenios.
La izquierda chilena debe reflexionar profundamente sobre las causas de su derrota.
La vieja izquierda se equivoca al ningunear hoy al centro para conseguir los votos de la nueva izquierda.
Quien representa a un país que sufrió una dictadura y experimentó represión y exilio debería practicar la mesura en la celebración de regímenes que castigan a los opositores con la misma moneda.
Es correcto y justo que cultivemos y proyectemos como identidad la matriz originaria, pero también corresponde proyectar el aporte de los “otros”: conquistadores españoles y minoría afro descendiente, migraciones históricas y recientes. Hay que superar la marginación que sufrieron en la representación cultural los pueblos originarios, pero también estar atentos y receptivos a las expresiones culturales de quienes arribaron después y de quienes migran ahora y comienzan a dejar su impronta entre nosotros, como peruanos, bolivianos, cubanos, coreanos, argentinos, colombianos, venezolanos y haitianos.
¿Opinar o callar como escritor en relación con la política? A mi juicio, aquí no cabe el cálculo estrecho en torno a los lectores que uno puede perder por opinar como un ciudadano más, que se preocupa por el presente y el destino de su país. ¿Si uno no opina en democracia, de qué estamos hablando entonces? El reto crucial para un novelista, en este sentido, es separar las aguas con claridad: una cosa son las novelas, la literatura y sus claves y tiempos; y otra la política con sus demandas, programas y retórica.
No sólo el análisis de los políticos, periodistas, sociólogos o encuestadores ha de contar para interpretar la realidad de un país. Las personas “corrientes” disponen de un GPS, una sensibilidad y una sabiduría particular —de nivel modesto en unos, sofisticado en otros— que les permiten bucear en las profundidades de la vida cotidiana y extraer conclusiones.
Al usar el concepto de la mala suerte en el análisis político-económico nacional, Nicolás Eyzaguirre empuja hacia un terreno esotérico las formas de interpretar y abordar los déficits de los gobiernos
La intervención fue hecha en nombre del socialismo y de una supuesta “deuda histórica” que tenían los cubanos con África, deuda que pagaron miles de jóvenes con su vida o la sangre.
Los partidos políticos se definen por lo que dicen y hacen, pero también por lo que callan.
Ningún otro país comienza a parecerse tanto al Chile bajo la Unidad Popular como la Venezuela del Socialismo Siglo XXI.
Los mismos que condenan de modo infatigable a un dictador de derecha que los reprimió hace decenios, respaldan hoy con entusiasmo a uno de izquierda que reprime a los venezolanos.
Urge una aclaración de al menos los partidos oficialistas chilenos que integran el Foro de Sao Paulo: ¿suscriben en forma total la declaración final del foro al que pertenecen o tienen reparos con respecto al apoyo que su agrupación entrega “a Bolivia en su reclamo de salida al mar con soberanía”?
Los malos gobiernos son como las relaciones románticas que no prosperan. Hacen que los países -y las personas- pierdan al final su tiempo.
¿Fue adecuado sacrificar a la Concertación cuando quienes estaban a su izquierda y se declaraban inmensamente insatisfechos con el modelo eran tan pocos?
El rasgo principal del pensamiento autoritario de izquierda y derecha se basa precisamente en eso, en creer que se lleva la verdad revelada bajo el brazo, que la inmensa mayoría está equivocada y no discierne, y que uno es el redentor de esa masa adormecida, anestesiada o estúpida que hay que guiar.
Con la muerte de Kohl desaparece el principal arquitecto de la Europa actual.
En su cuenta 2017, Bachelet tocó todas sus teclas con el fin de motivar a la Nueva Mayoría.
La democracia se mata primero con palabras, luego con hechos. Por ello, la clase política tiene innegable responsabilidad en el deterioro de la convivencia y la erosión de la textura cívica del país.
«La libertad no se pierde por
quienes se esmeran en atacarla, sino por quienes
no son capaces de defenderla»