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¿Pertenece el socialismo al pasado? Publicado en El Mercurio, 11.09.2016

¿Pertenece el socialismo al pasado?

Nuestra izquierda jacobina suele enfatizar que nadie en Chile aspira a construir el socialismo, y que los críticos de esos regímenes viven atascados en la Guerra Fría, en un pasado irremediablemente ido. Que millones sigan padeciendo la violación de derechos humanos y el estancamiento económico en el socialismo estalinista de Cuba o Corea del Norte, o en el Socialismo Siglo XXI de Venezuela, no les importa: quien critica esos sistemas debería dar vuelta la página y referirse mejor a los temas actuales. El socialismo exhibe una hoja de parra que cubre sus vergüenzas.

Lo trágico es que las dictaduras socialistas y sus apologistas no quedaron en el pasado. Son tan actuales como Nicolás Maduro, Fidel Castro o Kim Jong-il. Lo que en la mayoría de los países del mundo pertenece ya a museos, en América Latina sigue persistiendo como amarga realidad o retrógrada utopía. Me cuesta imaginar incluso a Salvador Allende celebrando a un octogenario Castro en el poder, al nieto de Kim Il-sung dirigiendo Corea, al patético Nicolás Maduro.

En este sentido, América Latina, y particularmente Chile, es un parque jurásico: aquí se celebra a dinosaurios políticos y modelos fracasados, y hay jóvenes que cantan loas a figuras y sistemas que la historia condenó por el desastre humano, político y económico que suscitaron. Y en ese sentido el complejo pasado reciente de Chile nos sigue penando e impide proyectar una mirada conjunta de futuro. Más presente se nos vuelve el Chile de 1973 a 1989 mientras menos la Nueva Mayoría desea recordar el protagonismo de muchos de sus líderes entre 1990 y 2010.

¿A qué viene todo esto? A que en Chile, pese a que pronto sufrirá sus efectos, pasó casi inadvertido el reciente Encuentro de Partidos Comunistas y Revolucionarios de América Latina y el Caribe, realizado en Lima, con entusiasta respaldo del régimen cubano. Clave resulta su objetivo: ratificar la necesidad de conquistar para la región "una real independencia y el socialismo". No, los años no pasan en vano para los revolucionarios, nada nuevo aprenden ni nada viejo olvidan: "el socialismo es la única alternativa viable al capitalismo", aseveran ufanos en su declaración final. Junto con relanzar el socialismo, denunciaron los "golpes de Estado de nuevo tipo de la derecha y el imperialismo", solidarizaron con los regímenes de Cuba y Venezuela, y encomiaron a "Fidel, ejemplo de conducta revolucionaria". La libertad y la democracia: bien, gracias.

Los acuerdos de este encuentro, que parece un remedo del otrora todopoderoso Foro de Sao Paulo, nos permiten imaginar cómo viene la mano por ese lado para el Chile de 2017. Nos permiten imaginar, además, el nerviosismo que se apoderará de los políticos que suelen impresionarse por quienes vociferan en la calle. Si bien el PC chileno no siempre aparece en la información oficial como asistiendo al Encuentro -algo curioso-, los acuerdos de sus camaradas de la región con el PC cubano difícilmente serán desoídos en Santiago. Incidirán seguramente en la articulación de la izquierda jacobina, la radicalización de un eventual programa de la Nueva Mayoría y en el tenor de las demandas que afrontaría un eventual gobierno de centroderecha. Curioso que en Chile no hayamos prestado atención a esta cumbre, y que la izquierda tampoco la haya comentado.

Según el Encuentro, "la derecha y el imperialismo" están pasando a la ofensiva en el continente, y a "los pueblos" les corresponde enfrentarlos. Admiten duras derrotas en Argentina y Brasil, y temen por el futuro de Evo Morales y Maduro. En este contexto, azora la obsecuencia revolucionaria frente al castrismo: en los mismos días en que José Ramón Balaguer, alto dirigente del PC isleño, llamaba en Lima a sus camaradas a confiar en Fidel y Raúl, a resistir con unidad "la guerra del imperio contra América Latina y su integración", a combatir el neoliberalismo, el régimen cubano anunciaba la licitación a dos firmas francesas del aeropuerto de La Habana, recibía el primer vuelo comercial de EE.UU. y autorizaba el aterrizaje de hasta 110 vuelos diarios desde "el imperio".

¿Se trata simplemente de un episodio kafkiano, o hay algo más detrás de este aparente sinsentido? Hay algo más, e importante. Algo que ni la derecha ni el centro ni los liberales conocen ni manejan bien: el rescate y remozamiento de la leyenda política. Para cualquier observador objetivo, lo que presenciamos hoy en Cuba es una lenta transición del fracasado socialismo al capitalismo, una transición que permitirá -como en Vietnam, ex URSS y China- que altos funcionarios adquieran empresas estatales y conserven el poder dictatorial mientras las circunstancias se lo permitan. Es un final anticlimático, desde luego, práctico y brutal, nada épico, y que ante "el pueblo" necesita un ropaje romántico, legendario y utópico a la vez. Mientras el PC cubano avanza hacia EE.UU., necesita disimular sus pasos detrás de banderas rojas, cánticos revolucionarios y la barba cana y rala de Fidel Castro. El máximo líder y su revolución deben morir luchando, deben convertirse en nueva bandera, en nuevo ícono, en nuevo mito, en nuevo partido.

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Las opiniones expresadas en la presente columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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