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Pensar a largo plazo Publicado en La Discusión, 02.02.24

Pensar a largo plazo

Autor: Javier Ávila

Henry Hazlitt, en su libro «Economía en una lección», describe dicha lección como la necesidad de considerar hasta los efectos más remotos que una política económica podría tener; no inmediatamente ni sobre grupos específicos, sino sus consecuencias a largo plazo y sobre el general de la población.

«Sin solucionar los problemas estructurales es muy difícil que las pensiones sean finalmente "dignas". Esto, sin embargo, no es una crítica al sistema de cotización individual, que es infinitamente mejor que un sistema de reparto que le carga los hombros a una población envejecida»

Creo que esta lección viene a colación de maravillas para hablar sobre la reforma de pensiones. Pocos temas tienen efectos tan marcados tanto en el corto como en el largo plazo como las jubilaciones. Según números de la Superintendencia de Pensiones, a noviembre de 2023 existían alrededor de 2,3 millones de pensionados en Chile que actualmente están recibiendo algún tipo de fondo de jubilación. Entonces, la reforma va a afectar directamente a estos 2 millones de ciudadanos, además de los casi 12 millones de afiliados a AFP que existen actualmente y que crecen año a año. Hay pocas cosas seguras en la vida, pero es muy seguro que todos vayamos a jubilar eventualmente.

Entonces, llamando nuevamente a Hazlitt, deberemos considerar al momento de debatir un sistema de pensiones que, en primer lugar, sea mejor que el que tenemos y que sea sustentable en el tiempo. Que sus beneficios sean tangibles para los jubilados de hoy y para los jubilados de 30, 50 y 60 años más.

¿Cómo analizamos entonces el 6% adicional que pasó por la Cámara baja la semana pasada? Además de que pondrá una presión adicional en los empleadores, que van saliendo de una crisis económica, no va a solucionar el problema estructural que aqueja a las bajas pensiones de nuestros jubilados: lagunas, baja edad de jubilación e informalidad. Y es que el sistema de capitalización individual que tenemos en la actualidad es efectivamente uno de los mejores del mundo, a la par con potencias como Canadá y Francia; y uno al que muchos países están migrando, dejando atrás los costosos sistemas de reparto. En Europa, el número de países que ha incorporado la capitalización individual ha aumentado de 17 en 1999 a 51 en 2022. ¿Pero si es tan bueno, por qué son tan malas las pensiones? Pensemos a largo plazo como si estuviéramos cuando se impuso el sistema: Para que funcione, es clave la estabilidad laboral, que permita que los cotizantes ahorren un porcentaje de su sueldo bruto durante los 40 años que trabajan. Probablemente en esos años se pensó que en veinte o treinta años más el mercado laboral resultaría mucho más robusto de lo que resultó ser. Sin solucionar los problemas estructurales es muy difícil que las pensiones sean finalmente «dignas». Esto, sin embargo, no es una crítica al sistema de cotización individual, que es infinitamente mejor que un sistema de reparto que le carga los hombros a una población envejecida, sino destacar un problema que no se solucionará cotizando ni un 3% ni un 6% adicional. Si dentro de la cotización adicional se impone un porcentaje a «solidaridad», estamos haciendo algo fuertemente regresivo: Le estamos quitando dinero de sus pensiones a los futuros jubilados, mejorando las pensiones presentes. Si bien Keynes dijo que a «en el largo plazo todos estaremos muertos», Hazlitt nos destaca la importancia de pensar en el hoy tanto como en el mañana al momento de planificar la política económica. Después de todo, antes de morir, la mayoría hemos de jubilar.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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